Por Federico Tártara. Extraído de su publicación en agenciapacourondo.com.ar. “No habiendo terminado las hostilidades, puede producirse el bombardeo de las Destilerías de La Plata en cualquier momento. El comandante de las fuerzas de tarea N° 7 de las Fuerzas de Mar pide a los vecinos de la zona mantenerla desalojada para evitar pérdidas de vida, hasta nueva orden”, estas palabras provocaron un pánico tan grande que no solo los vecinos de Ensenada rajaron para La Plata en medio de la lluvia, sino que también se sumaron los de Berisso.
Todos los medios de transporte fueron desbordados por las personas que finalmente desistieron y decidieron continuar a pie. Este fue el segundo éxodo, el 19 de Septiembre. El primero se había dado apenas dos días antes cuando también se informó, aunque por radio, que “la población civil se alejara de las instalaciones de La Plata, ya que serían atacadas a las 13”.
Más allá de los comunicados amenazantes y más que precisos en los horarios, el hecho de que ese misma mañana con unos pocos disparos certeros se habían destruido los depósitos petroleros en Mar del Plata y una larga columna de humo había despertado el pánico en la ciudad balnearia, las acciones eran contundentes para entender que las tropas militares estaban dispuestas a todo para acabar con el gobierno democrático del General Perón. También hubo combates en Sierra de la Ventana y Bahía Blanca, en Córdoba y en Curuzú Cuatiá. Además, el 16 de Junio del mismo año, en un hecho único en la historia de los enfrentamientos bélicos mundiales la propia aviación de un país bombardeo su plaza principal, causando más de 300 muertos y millares de heridos, entre ellos niños que se desplazaban en un trolebús.
En Ensenada, las tropas pretendían en un principio llegar a la por demás simbólica Ciudad “Eva Perón”- hoy, La Plata- por eso en principio a la medianoche los contraalmirantes Isacc Rojas y Alberto Toranzo ocuparon la estación de trenes “Río Santiago”, pero las fuerzas leales, la policía de la Provincia de Buenos Aires y los vecinos de Ensenada, los detuvieron. Algunos hasta mencionan que participaron los estudiantes de la UES. Todo sucedía, ya el viernes 17 de Septiembre de 1955, y luego, alrededor de las 10 de la mañana, empezarían los combates y el sobrevuelo de aviones por la zona.
Los soldados se parapetaron en la Plaza de Manuel Belgrano, más precisamente sobre la calle La Merced, y en ese lugar se desató un tiroteo infernal. Se calcula que murieron 6 personas: 2 policías, 2 soldados del Regimiento 7, un trabajador ferroviario y un vecino, de un paro cardíaco. Sin embargo, por la intensidad de los combates siempre se estima que las víctimas fueron muchísimas más pero que el número fue borrado de la historia; así como esta historia de la que hace pocos años que se comenzó a investigar y difundir.
Durante esos días, pasó de todo: se juntaron en tan sólo un día 60 litros de sangre para donar a los posibles heridos, la Fragata Libertad tuvo su bautismo de fuego durante esa trágica jornada, ya que recibió un bombazo mientras estaba anclada a la espera de ser terminada en el astillero Río Santiago, y las poblaciones de Berisso y Ensenada en dos oportunidades marcharon al éxodo bajo una intensa lluvia. Por si los destacados fueran pocos, también aparecía el apellido Brown, integrando las tropas leales: era Izquierdo, familiar del héroe de la Batalla de Vuelta del Obligado.
El cuadro de Perón
“Una tía me contó el tema del cuadro de Perón, incluso antes de que yo encuentre la foto. Ella me decía que una vez que las bombas barren la cuadra, hay una casa donde queda el cuadro de Perón: ´se torció un poquito, pero ni las bombas pudieron con él´, decía mi tía”, cuenta el Flaco Ortiz.
La fotografía que acompaña la nota publicada por el diario “El Día”, narra el hecho inédito. Tiene un título: “Más allá de la destrucción sigue incolumne su figura” y un epígrafe: “La circunstancia de que las bombas no hayan conseguido derrumbar la efigie del Conductor, parece significar una alegoría, en sentido de que vive siempre en el corazón de su pueblo”.
En ese entonces, antes de la persecución y la proscripción que pasó los 18 años, era más que común los altares de Perón y Evita en cada cocina de la Argentina. Bueno, en el barrio “Campamento”, también existían.
La ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner también recuerda lo que le contaron de esos días, cuando vivía en 4 y 32, ciudad “Eva Perón”: “Mi abuelo trabajaba en un frigorífico en Ensenada y después trabajó, durante el gobierno peronista, como despachante de aduana. Le tocó estar en Río Santiago la noche que amenazaron con bombardear la destilería de YPF”, dijo en un acto en Ensenada, junto al Intendente Mario Secco.
Y ahora hay más. “Ensenada, una memoria” de Leopoldo Brizuela, narra los hechos desde la óptica de la familia del escritor y “todo lo que escuchó de niño” y el documental “Ensenada 55”, en proceso, de Hugo Crexell, cuenta los sucesos desde la mirada de un aviador peronista, su padre.
Los hechos y los muertos
Todo sucedió en apenas una semana, del viernes al jueves. Los primeros que reciben “el alerta” de la sublevación de la Escuela Naval de Río Santiago es la Policía de la Provincia de Buenos Aires. El dato se lo pasa inteligencia militar. Son los primeros en llegar, y en los primeros enfrentamientos mueren dos policías: Juan Altamirano y Héctor Zenón Juárez. Durante la evacuación, el vecino Luis Ghidini sufre un paro cardíaco.
Luego, alrededor de las 15, ya por las bombas, muere Rodolfo Celedonio “Cholo” Ortiz, en la vereda de su casa del Barrio Campamento.
Y una vez que llega el Regimiento de Infantería Número 7, en ese entonces con base en la plaza Islas Malvinas, perecen combatiendo los soldados y, también, obreros José Luis Vitali y Raúl Di Paolo, quienes a su vez eran grandes amigos. El primero de ellos trabajaba como tipografista en Diario El Día –el periódico publicó una sentida nota– y el segundo en el Astillero Río Santiago.
La facción antiperonista movilizó los Barcos Kingy Muratore, que estuvieron listos para atacar el continente y las destilerías de YPF, pero al tiempo decidieron moverlos hacia Uruguay. Y desde allí regresaron victoriosos y con exiliados.
El 19 de Septiembre de 1955, cerca del mediodía, renuncia el General Perón, mediante el envío de una misiva.
13.55, el Teniente General Franklin Lucero lee por radio la carta de Perón. En ella, el General dice: “Yo que amo profundamente al pueblo, sufro un tremendo desgarramiento en mi alma presenciando su lucha y su martirio. No quisiera morir sin hacer el último intento por su tranquilidad y felicidad. Ante la amenaza de bombardeo de los bienes inestimables de la Nación y sus poblaciones inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer intereses o pasiones”. Luego, confusiones mediante, partirá hacia Paraguay.
17.45, Lucero renuncia. Y argumenta que tomó la decisión “cuando se amenazó con destruir con bombas la Ciudad de Buenos Aires y también las destilerías de Eva Perón”.
Al otro día la tapa del diario “La Prensa” lo dice todo: reunión de la junta militar. Ya el jueves asumen Lonardi y Rojas. El primer decreto que firma Lonardi, desde Córdoba, es el que les cambia el nombre a dos provincias. Eva Perón, vuelve a llamarse La Pampa, y Juan Domingo Perón pasa a llamarse Chaco.
Para no ser menos, el Almirante Issac Rojas toma una decisión gorila y proclama que el crucero “17 de Octubre” dejará de llamarse así para pasar a denominarse “Crucero General Belgrano”, que décadas más tarde será hundido por los ingleses en la Guerra de Malvinas.
“Mi viejo no se fue porque se quedó apoyando a los soldados. Era ferroviario y hablaba a La Plata, no se quiso ir porque decía que venía un tren con soldados desde La Plata. Al final el 7 de Infantería vino caminando”. Rodolfo Celedonio Ortiz tenía para ese entonces 36 años, amaba a su mujer y a sus dos hijos. Y murió defendiendo la democracia y a Perón, y su pueblo.