Por Norberto Costa *
En la América Latina de hoy, para todas las organizaciones que defienden la vida y el derecho a vivirla en un medio ambiente sano, el Día de la Minería no puede ser otra cosa que un día de duelo.
Cada uno de nosotros debe guardar el recuerdo de alguna película que mostraba alguna tragedia ocurrida en una mina: sufridos y valientes obreros mineros quedando atrapados en las galerías subterráneas. Algunos aplastados por escombros. Otros aguardando la llegada de los socorristas mientras se iban quedando sin oxígeno.
Pero no sólo pasaba en las películas.
Miles de obreros mineros se han sacrificado, se han enfermado de silicosis y han muerto de cáncer en los pulmones, además de los accidentados. Miles de trabajadores que han sufrido la explotación en sus cuerpos para ganar el sustento de sus familias, mientras las ganancias millonarias quedaban en manos de unos pocos, como siempre.
Ese espíritu de sacrificio, esos actos heroicos de los mineros, nos han hecho verlos con simpatía y admiración y cabe aclarar que nuestra lucha no es contra ellos.
Lo que sucede es que en la actualidad la minería metalífera (oro, cobre, molibdeno, etc) ya no es como antes. Ya no se explotan los yacimientos cavando galerías y con mineros de casco con linterna y pica. Hoy se trata de la megaminería: dinamita montañas enteras, las reduce a pequeñas partículas, dejando cráteres de más de 2 kilómetros de diámetro y 750 metros de profundidad, y las rocía abundantemente con químicos altamente tóxicos (cianuro, ácido sulfúrico y otros) y enormes cantidades de agua (80 millones de litros diarios como mínimo) y consumiendo muchísima electricidad y combustibles.
Todo el material inerte (que no tiene valor económico) queda depositado al aire libre en escombreras y diques de cola (enormes lagos artificiales de sopa química) produciendo por cientos de años contaminación ambiental y drenajes ácidos hacia los ríos y napas de agua. Ya no son miles de obreros mineros, su trabajo fue reemplazado por la demolición total. Los explosivos, las gigantescas palas mecánicas y los enormes camiones los han desplazado y solo unos pocos consiguen trabajo.
Lo que continúa constante, desde la llegada de los españoles hasta hoy, es la contaminación del ambiente y el saqueo de los recursos. La minería tradicional contaminaba y solamente dejaba pueblos fantasmas. La megaminería química actual mega-contamina regiones enteras (aire, suelos y aguas) y dejará zonas de sacrificio devastadas con sus habitantes enfermos y sin sustento como sucede en Catamarca y en San Juan. Además con el actual código minero hecho a medida de las transnacionales llevan adelante un mega-saqueo de nuestros recursos.
*Integrante de Movida Ambiental Termas, Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC).