Decimos que ha muerto un símbolo de la mayor aberración del género humano: el genocidio, es decir, el intento de exterminar a un grupo humano, en este caso por motivos políticos.
-Que somos respetuosos ante la muerte y como creyentes esperamos que la misericordia divina sea mayor que la maldad humana.
-Que respetamos también el dolor de la familia pero creemos que no corresponde ningún homenaje ni pompa ante la muerte de quien encarnó la muerte.
-Que Menéndez fue el responsable del asesinato de Monseñor Enrique Angelelli, nuestro amigo, nuestro pastor, nuestro padre y quien le da nombre a nuestro grupo. El obispo de los pobres, mártir por defender su fe, que es la nuestra. Y también fue responsable del asesinato de Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, y de miles y miles de religiosos, religiosas, laicos, laicas, cristianos y no cristianos.
-Que fue el propio Menéndez quien nos persiguió a nosotros mismos, sobre todo a Guillermo Quito Mariani y a Víctor Acha, imponiéndonos inmensos sufrimientos a través de la persecución, la calumnia, innumerables allanamientos, el terror y finalmente el desgarro del exilio. No somos distintos a los miles de cordobeses y argentinos que sufrieron lo mismo y mucho más por culpa de Menéndez.
-Que Menéndez fue uno de los mayores responsables de violar y profanar nuestra fe en Jesucristo, usando esa fe en pos de un intento de exterminio, ya que intentó siempre justificar sus crímenes tras el manto de una supuesta defensa de la sociedad “occidental y cristiana”.
-Que en ese sentido, Menéndez tuvo innumerables cómplices dentro de la institución eclesiástica.
-Que Menéndez y su accionar encarnan la antítesis de lo que es el cristianismo y las enseñanzas de Jesucristo.
-Que Menéndez fue parte de unas fuerzas armadas, que desde 1930 en adelante, se convirtieron en el brazo armado de minorías elitistas, reaccionarias, aliadas a grupos económicos concentrados a nivel internacional, que por medio de las armas impusieron su proyecto.
-Que con la muerte no termina todo, sino que su daño perdurará en las almas, los corazones, la memoria, y la configuración social de nuestro pueblo.
-Que su cobardía hizo que se llevara a la tumba muchos secretos que podrían haber aliviado el dolor de miles de familias, sobre todo en cuanto al paradero de los desaparecidos y de los niños que él ordenó robar a sus familias biológicas, hoy hombres y mujeres de alrededor de 40 años.
-Que siempre seremos optimistas en la esperanza y en la creencia de la resurrección, que esperamos que aunque sea en este trance, sus allegados y simpatizantes reflexionen y tengan la valentía de aportar verdad ante tanta crueldad. Y que él pueda alguna vez descansar en paz, algo que les negó a sus víctimas.
-Pero que su recuerdo nos ayude a crecer como sociedad, porque un Nunca Más que no se base en la memoria, la verdad y la justicia, será siempre una frase hecha.