Por María Elena Naddeo *
En plazas, plazoletas y bajo puentes y bajo autopistas de la Ciudad de Buenos Aires los vendedores ambulantes y cartoneros sin retorno a sus hogares, sin hogares quizás, hacen ranchada junto a los sin techo clásicos, constituyendo una nueva marginalidad urbana consolidada como nunca antes habíamos presenciado.
La Ciudad de Buenos Aires no ha desarrollado nuevas políticas sociales para estos sectores marginados. Por el contrario en la gestión de Mauricio Macri el recorte y la incertidumbre en algunos programas sociales han sido paradigmáticos. Macri intentó limpiar las calles de indigentes, con la UCEP, con la máquina de control social más brutal, a palos, en la medianoche. La Justicia, los bloques políticos de la oposición y las organizaciones de derechos humanos y sociales impidieron su funcionamiento.
Lo que existe en la ciudad como política social de atención en calle resulta, por lo menos, insuficiente. Sobreviven los viejos programas de atención a chicos en situación de calle, el CAINA, el BAP, pero sin la potencia y la iniciativa de años anteriores. Posiblemente sean dispositivos que en particular para el mundo de los adultos en calle deban rediseñarse para empezar a actuar con mecanismos de inclusión laboral y social más aceitados y eficaces. Mucho se intenta hacer desde las áreas sociales existentes, pero no es la prioridad política del gobierno actual.
Necesitamos generalizar el plan de cooperativas para los recuperadores urbanos. Hemos pedido la presencia del Ministerio de Medio Ambiente en distintos barrios de la ciudad. En particular en mi propio barrio, en Villa Crespo y Chacarita, atravesado todavía por el tren blanco, por cientos de carros con familias que constituyen una imagen casi dantesca por el estado de pobreza, de miseria, en que se encuentran. Vienen de los distritos más pobres del gran Buenos Aires, en esos territorios donde el crecimiento nacional no llegó, donde todavía existe el infierno. Vienen a revolver nuestra basura, nuestros desperdicios. Vergüenza debería darnos.
Mauricio canta y baila vestido de amarillo, en las playas con sombrillas y sillas, frente a chicas en bikinis que desfilan al estilo Giordano. Eso es la superficie, marketinera y for export de la ciudad soñada por algunas clases acomodadas. En el subsuelo de la ciudad, de nuestra patria urbana, en las esquinas y plazas de nuestros barrios, están los miles de seres humanos que esperan. Otra política. Otro gobierno.
* Legisladora de la Ciudad de Buenos Aires