BUENOS AIRES PATRIMONIO MUNDIAL

Por Antonio Elio Brailovsky

Como ustedes saben, algunos profesionales consideramos que un sector de la Ciudad de Buenos Aires reúne las condiciones necesarias como para ser incluido por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Mundial, en carácter de Paisaje Cultural. De hecho, desde fines del año pasado, Buenos Aires está en la Lista Tentativa de UNESCO, lo que significa que nuestro país ya la propone para que sea calificada como Patrimonio de la Humanidad, aunque todavía falta la confección del dossier definitivo.

La discusión sobre los posibles méritos de Buenos Aires tiene que ver con la evolución de lo que consideramos como patrimonial. Al principio, lo valioso era solamente lo que había sido creado por los europeos en sus propios países (como el palacio de Versalles), lo que hicieron los europeos en las colonias de ultramar (como el centro colonial de Lima), o lo que se hizo recientemente, a imitación de modelos europeos (como Brasilia). Y, por supuesto, alguna cosa pintoresca de esas que existen en los países subdesarrollados, como el Taj Mahal.

Esto hace que al revisar la lista de bienes que son Patrimonio de la Humanidad, tengamos un exceso de muestras europeas y una escasez de representaciones patrimoniales de países del Tercer Mundo. Por ejemplo, si bien la Convención del Patrimonio Mundial exige que un bien sea único y excepcional para inscribirlo en la Lista, los franceses se las arreglaron para declarar como Patrimonio de la Humanidad a siete catedrales o grandes iglesias góticas, que son: Chartres, Mont St. Michel, Amiens, Estrasburgo, Notre Dame de París, Reims y Bourges. Todas ellas, por supuesto que con grandes méritos artísticos, pero en este caso la UNESCO olvidó que la Convención pide una sola. Si agregamos varias iglesias góticas semejantes de Alemania, España e Inglaterra, nuestra pequeña lista de duplicaciones góticas europeas se engrosa bastante.

En cambio, UNESCO casi no tiene representadas las ciudades latinoamericanas que se desarrollaron a fines del siglo XIX.

Se trata de poner en cuestión ese pensamiento eurocéntrico, para el cual sólo lo que producen las metrópolis es valioso.

Al mismo tiempo, la noción de lo que consideramos como patrimonial ha ido variando, tanto en lo que hace al patrimonio natural como al patrimonio cultural. Al principio, lo patrimonial era solamente lo hermoso, y esa belleza estaba medida con los ojos de la cultura europea. Cuando el perito Francisco P. Moreno donó las primeras tierras en la zona del Nahuel Huapí para hacer un Parque Nacional, puso el acento en la belleza paisajística del lugar, para que fuera apreciada por las generaciones futuras. Y durante décadas, las comparaciones con los paisajes de Suiza fueron inevitables.

Pero hoy tenemos un Parque Nacional en Lihuel Calel, que protege un ecosistema mucho menos escenográfico, pero que sin embargo merece ser protegido. Esto ocurre porque quienes trabajan con el patrimonio natural aprendieron que no existen ecosistemas de primera y ecosistemas de segunda, en función de que unos son lindos y otros son feos, sino que los criterios de protección deben ser más amplios y complejos.

Las personas que trabajan con el patrimonio cultural están aprendiendo lo mismo. Se está poniendo el acento en la excepcionalidad de una obra o de un paisaje, antes que en su parecido con aquellas cosas que la cultura oficial califica como bellas.

Una mirada despojada de prejuicios puede hacernos valorar a Buenos Aires por lo que es, y no por lo mucho o poco que pueda parecerse a París.

• Buenos Aires es el punto de encuentro entre el Río de la Plata y la pampa. Es la única gran ciudad del mundo que se encuentra a orillas de un río del cual no puede verse la otra orilla. La característica de paisaje marino, pero de agua dulce, tiene un carácter de excepción.
• Al respecto, vale la pena superar ese lugar común que define a Buenos Aires como “la ciudad de espaldas al río”. Se trata de una expresión de Le Corbusier, quien quedó muy molesto cuando nuestra Municipalidad le rechazó el absurdo proyecto (formulado en 1939) de construir una serie de islas artificiales sobre el río para llevar allí la Bolsa de Comercio y la City bancaria.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Buenos Aires ha existido en función del río y su puerto ha marcado el ritmo de su vida a través de los siglos. Por algo sus habitantes se llaman a sí mismos porteños. Sólo que esa relación con el río ha sido diferente que la que podría haber surgido de tener una avenida costanera tradicional, como ocurre en Montevideo o Mar del Plata.

Buenos Aires tiene un intenso uso portuario de su ribera, pero además esa costa es un fuerte determinante de la identidad de los porteños. En muchos sitios se recuerda que “los argentinos descienden de los barcos”. Esa identidad diversa, resultante de la mezcla de innumerables identidades diferentes, tiene, también, una característica cultural única. A menudo pedimos a nuestros visitantes del exterior que revisen una guía telefónica de la ciudad y se asombran de la diversidad de orígenes de los apellidos. O los hacemos caminar por la calle Libertad, entre Tucumán y Córdoba: allí pueden ver, juntos, un teatro de tipo italiano, una sinagoga y un teatro de tipo español.

Esta heterogeneidad tiene mucho que ver con la enorme vitalidad cultural de la ciudad. ¿Somos capaces de ver lo que implica lo que tenemos delante de los ojos todos los días?

• Buenos Aires es la única gran ciudad del mundo que tiene una costa móvil a lo largo del tiempo. Esto se vincula con un fenómeno geológico también excepcional, que es la enorme capacidad de sedimentación del Río de la Plata. Así, el río está continuamente creando nuevas islas junto a la costa, o ampliando su playa. La ciudad ha avanzado a lo largo de los siglos sobre ese espacio de oportunidad, creyendo “ganarle” al río las tierras que el propio río iba construyendo.

• En las demás ciudades del mundo, la mirada del arqueólogo es vertical. Necesitamos cavar para descubrir las diferentes etapas históricas de ese asentamiento. En Buenos Aires, en cambio, la mirada es horizontal. Las etapas históricas pueden verse por la distancia de las diferentes construcciones a la barranca del Río de la Plata correspondiente al momento de fundación de la Ciudad. Que es, recordemos, la que nace en Parque Lezama y después toma Paseo Colón, Casa de Gobierno, Leandro N. Alem, Plaza San Martín, Libertador, Luis María Campos, etc., hasta terminar un poco más allá de la Catedral de San Isidro.

En esas tierras posteriores a la fundación de la ciudad, encontramos testimonios de diversos momentos de la historia de los últimos siglos. Allí vemos las ruinas de la antigua Aduana y su actual edificio, el viejo Puerto Madero, el Correo Central, el Ministerio de Defensa y el de Agricultura, las terminales ferroviarias de Retiro, las facultades de Derecho e Ingeniería de la UBA, Ciudad Universitaria, las grandes torres de Catalinas Norte, el nuevo Puerto Madero y la Reserva Ecológica.

Esa barranca puede llegar a ser la columna vertebral del espacio que se define como patrimonial.

• Buenos Aires es la única gran ciudad del mundo que tiene, a pocos metros de su centro histórico, ecosistemas semejantes a los que existían cuando se fundó la Ciudad. Basta con pensar a qué distancia de la catedral de Notre Dame o de la torre Eiffel pueden encontrarse ecosistemas semejantes a los que vieron los romanos cuando fundaron Lutetia, en la Isla de la Cité. O a qué distancia de la Plaza San Pedro hay ecosistemas semejantes a los que vieron Rómulo y Remo al fundar Roma.

• La existencia de la Reserva Ecológica Costanera Sur adquiere, así, un nuevo sentido de excepcionalidad. No porque lo sea en sí misma. En realidad, es un humedal como pueden econtrarse muchos en otros sitios. Pero su relación con Buenos Aires la hace única y excepcional. Mucho más, cuando detacamos que se trata de una reserva ecológica artificial, sin equivalentes en el mundo.

De este modo, el paisaje porteño tiene características excepcionales que surgen de su relación peculiar con el Río de la Plata. Por eso, la postulación a la UNESCO toma como columna vertebral la relación entre la Ciudad y el río.

La categoría elegida tiene mucho que ver con esa relación, ya que se la propone como Paisaje Cultural. La UNESCO los define como “una obra conjunta del hombre y de la naturaleza”. Esto permite introducir la concepción ambiental en los temas patrimoniales, ya que los ambientalistas entendemos que la naturaleza y la cultura no pueden comprenderse de un modo separado.

Por supuesto, que decir que un sitio es patrimonial no significa negar los problemas y los conflictos. El Pelourinho de Salvador de Bahía y el Albaicín de Granada son Patrimonio de la Humanidad y no se recomienda caminar allí de noche, por las mismas razones que sugerimos no hacerlo en ciertas calles de la Boca.

Hay un libro que fundamenta esta propuesta. Se titula: “Buenos Aires, un paisaje cultural excepcional”, y ustedes pueden bajarlo gratuitamente de Internet de la siguiente dirección:

http://www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar/libro_digital.htm

Los autores del libro somos: Ramón Gutiérrez, Antonio Elio Brailovsky, Juan Martín Repetto, Graciela Viñuales, Nélida Harracá, Patricia Méndez y Florencia Barcina. Ha sido realizado en el marco de la Dirección General de Patrimonio de la Ciudad, a cargo de la Arq. Nani Arias Incollá. La idea del libro es que ustedes lo lean y nos envíen sus opiniones. Hasta ahora hemos recibido una cantidad de comentarios, que iban desde cuestionar la categoría elegida hasta discutir las áreas problema: la Boca, la Villa 31, el Aeroparque, el Puerto, etc. Recibimos desde observaciones sobre el modo de calcular las superficies de espacios verdes hasta advertencias sobre el modo en que la higiene urbana afecta al patrimonio.

Más allá de lo que decida la UNESCO, nosotros mismos nos debemos una reflexión y un debate sobre las estrategias para proteger nuestro patrimonio natural y cultural. Por ejemplo:

• ¿Qué cambios tenemos que hacer en nuestra forma de administrar los bienes patrimoniales?

• ¿Cuál debe ser la prioridad del patrimonio natural y cultural en una ciudad viva, con los problemas y conflictos de intereses de una ciudad viva?

• ¿Tiene sentido seguir indefinidamente con la separación entre el patrimonio natural y el patrimonio cultural, o son dos caras de la misma moneda y deben ser protegidos simultáneamente?

• ¿Cual es el rol de la participación ciudadana en la preservación del patrimonio? ¿Cuál deberá ser el rol de las futuras comunas en la Ciudad de Buenos Aires?

• ¿Cómo arribar al consenso de un Plan de Manejo que efectivamente pueda cumplirse?

• ¿De qué modo lograr que una declaración de UNESCO nos ayude a proteger lo nuestro y no nos perjudique, como está ocuriendo con la Quebrada de Humahuaca?

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