El 13 de marzo se cumplieron 46 años que Rodolfo Ortega Peña –abogado, historiador revisionista, periodista, defensor de presos políticos, docente universitario– jurara como Diputado Nacional.
Ungido en las listas del FREJULI, que encabezó Héctor Cámpora, no se integró a la bancada oficialista. En el juramento está el motivo de su distanciamiento, por lo que no quiso formar parte de un cuerpo que día a día se iba alejando de su propia propuesta electoral y del mandato popular.
Rodolfo fue el primero que rompió el protocolo y las formas convencionales de los juramentos. Hasta ese momento nadie se había apartado de las formalidades impuestas por el ceremonial del Congreso. Con este juramento más que una rebeldía contestaría estaba fijando su definición política, que regiría su actuación y que lo convertiría en el Diputado del Pueblo.
Preguntado que fue por el Presidente de la Cámara si juraba por la Patria cumplir con su compromiso como Diputado Nacional. Ortega Peña con voz enérgica y severa afirmo:
SI, JURO Y QUE LA SANGRE DERRAMADA NO SERÁ NEGOCIADA
Esta consigna era la que utilizaban los grupos revolucionarios peronistas, él la toma, pero además la completa en su discurso en la conferencia de prensa inmediatamente después de jurar: “Prometo ser fiel al mandato popular del peronismo, convencido que primero está la Patria, luego el Movimiento y después los hombres “. “Trataré muy humildemente de colocar esta banca al servicio del pueblo peronista, de los trabajadores oprimidos y de todos los argentinos que quieran ver una Argentina realmente liberada.”
Creó su propio bloque unipersonal, el Bloque de Base, desde ahí fustigó y denunció a los enemigos de adentro y de afuera del proyecto nacional. Fue la caja de resonancia de los conflictos obreros de todo el país. Presentó numerosos proyectos de ley y pedidos de investigación por lo que sucedía con los trabajadores.
El 31 de julio del mismo año la siniestra organización Triple A, que había surgido de las entrañas del propio gobierno peronista, en una emboscada con colaboración de la Policía Federal terminó, a los 38 años con la vida de, para muchos, uno de los más lúcidos e inteligentes intelectuales de la historia Argentina.
Su amigo entrañable, socio, co-escritor y co-defensor de presos políticos, Eduardo Luis Duhalde, en medio de una feroz represión policial, logró despedir a su compañero y en su discurso dijo: “Vivió y murió para que la clase obrera y el pueblo forjaran desde el poder una nueva sociedad con hombres nuevos donde desaparecieran definitivamente los explotadores y explotados. Por eso, porque morir por el pueblo es vivir, en esta hora de apretar los puños y de tristezas reafirmamos aquel juramento La sangre derramada no será negociada. Y decimos simplemente como a él le hubiera gustado: “Ha muerto un revolucionario ¡¡¡ viva la Revolución¡¡¡“