El presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), César Cigliutti, quien junto a su ex pareja, Marcelo Suntheim, pasaron tres veces por un registro civil en la búsqueda de conquistar derechos para el colectivo, recordó que el matrimonio igualitario “fue algo épico” porque la Iglesia “hablaba de guerra santa”.
“Cuando tenés una posición como la de Bergoglio, que hablaba de guerra santa, lo que estás haciendo es una guerra porque te la declararon ellos”, dijo a Télam el referente histórico con más de 36 años de activismo, a 10 años de la sanción de la ley.
Ocho años antes de legalizarse el matrimonio igualitario, la Legislatura porteña había convertido en ley municipal el proyecto de la CHA de unión civil “el primer antecedente de reconocimiento del Estado” a estas parejas y “el más importante para la futura ley de matrimonio igualitario”.
“Eso nos sirvió para tener experiencia parlamentaria, que ninguna organización tenía y aprovechamos un momento en que la ciudad era bastante progresista con Aníbal Ibarra como jefe de gobierno”, contó.
La respuesta del sector más reaccionario de la sociedad fue un anticipo de la que ensayarían ante el matrimonio igualitario, porque cuestionaban “qué iba a pasar con los hijos” y durante la votación “empezaron a sonar los teléfonos de los legisladores y era toda la curia pidiendo que no votaran la ley”.
Por eso, el resultado también “fue peleado” y se obtuvo “por muy poco” margen.
Cigliutti recordó que “muchos legisladores cambiaron su voto por algunas anécdotas” que contaron los referentes de la CHA durante su paso por el recinto.
“Contamos que Carlos Jáuregui (1957-1996), cuando se murió su pareja Pablo, fue emplazado a dejar el departamento en 24 horas por esa familia que parecía tan contenedora pero que podía hacerlo porque estaba a nombre de Pablo”, contó.
“Por otro lado, justo unos meses antes nos había llamado un viudo que decía que se le había muerto la pareja y su familia, que siempre estuvo en contra de la relación, no lo dejó entrar ni a la clínica ni al velatorio”, agregó.
Tras la unión civil “vinieron los casamientos jurídicos pero seguía sin ser un derecho porque había que judicializar” sin la seguridad del resultado, “porque dependía de la voluntad del juez y sólo el 20% ” accedía al pedido.
“Lo que hicimos con Marcelo, aprovechando que él tenía doble nacionalidad, es ir a casarnos a España, pero no fue fácil y el tramite demoró cinco meses”, contó.
Es así como el 21 de enero de 2008, Cigliutti y Suntheim se casaron en el ayuntamiento de Madrid denunciando que no lo podían hacer en su país.
El matrimonio fue celebrado por el concejal de Madrid Luis Asúa Brunt del conservador Partido Popular, “quien hasta nos leyó un poema”.
“En Argentina ya nos habíamos presentado en el juzgado reclamando poder casarnos y nos habían dicho que no, luego volvimos con la libreta española para que nos reconocieran aquel casamiento y nos volvieron a decir que no”, contó.
Cuando en 2009 comenzó el debate en Diputados de dos proyectos de ley para incluir a las parejas LGBT en la el matrimonio civil que eran apoyados por otras organizaciones, la CHA resolvió entonces respaldar también estas iniciativas y no volver a presentar su proyecto de unión civil a nivel nacional.
De “la noche más fría de mi vida”, la del 14 al 15 de julio de 2010, Cigliutti rememoró que al momento de escucharse el resultado de la votación por las pantallas que transmitían en vivo a la calle, “se produjo un silencio” en la plaza colmada de organizaciones políticas, de derechos humanos y de la diversidad, “y de repente se nos fue el frío”.
Fue justo antes del “estallido”, el momento en que hubo lágrimas, abrazos y gritos de júbilo, al punto que “hoy me acuerdo y se me hace un nudo en la garganta”.
“El matrimonio hasta ese momento era una institución medio destruida porque la gente se divorciaba más de lo que se casaba y con esta ley se revitalizó, porque incluyó la diversidad”, agregó.
El 28 de junio del año siguiente, el Registro Civil de las Personas aceptó por primera vez inscribir un matrimonio entre personas del mismo sexo celebrado en el extranjero: el suyo.
“Con tanta gente que en otras épocas no se pudo decir ni a sí mismo que eran gays y lesbianas, es muy gratificante ver otras generaciones ahora que tienen otras infancias, otras adolescencias, y eso acá lo hizo la militancia: a los políticos hubo que convencerlos y acompañarlos, pero el mérito número uno fue de todo el movimiento y la comunidad que veías en esa plaza que reventaba”, concluyó.
(Fuente Télam)