Por Máximo Parpagnoli *
Es obvio que, esto de sumar insensateces y llevar a cabo barbaridades, viene marcando a fuego el estilo de la gestión de Macri en el Colón, que hoy encuentra en su más dedicado ejecutor a Pedro Pablo García Caffi y su equipo, prolijamente avalados por el Ministro de Cultura Hernán Lombardi.
A la iniquidad de disolver la Orquesta Académica, me atrevo a decir: uno de los pocos semilleros que quedan de nuevos músicos sinfónicos, hay que sumarle la disolución del cuerpo de Cantantes Líricos, el de Figurantes de Escena, el cuerpo de Mayordomía, el de Administración y siete sectores escenotécnicos, fundamentales para el mantenimiento de la Producción Propia de nuestro Primer Coliseo. No quiero extenderme en analizar lo que esto significa para el futuro del Colón, ya bastante claro ha quedado en las exposiciones y manifestaciones de los funcionarios en los medios; la síntesis: convertir al teatro en una sala de alquiler con sus cuerpos estables reducidos a su mínima expresión o directamente inexistentes, en algunos casos.
El proyecto macrista no se detiene allí, sino va por todo. Durante los meses de marzo y abril del corriente, miles de piezas del patrimonio mueble del Colón a saber: elementos de vestuario, peluquería, zapatería, utilería, escenografía, tapicería, entre otros, han sido metidos en containers comunes sin ningún tipo de refrigeración o presurización adecuadas para mantener intactos dichos elementos. Dichos containers, han sido estibados en los talleres del Labardén apilados unos arriba de otros en lugares donde filtra la lluvia y están expuestos a la acción de ratas, pulgas y cucarachas.
Por otro lado, el jueves pasado, los responsables de las áreas de grabación, audio y video, fotografía, efectos especiales, diseño de producción y arquitectura teatral (sectores que son disueltos por García Caffi) fueron obligados a entregar el patrimonio de sus secciones respectivas al Directorio del Ente, representado en ese acto por Mariano Emiliani, actual Director Ejecutivo del Colón. El traspaso se hizo sin beneficio de inventario, en una oficina y ante un escribano del gobierno. Señalo este detalle, el de no verificar el inventario ya que, como es de público conocimiento, al Colón no se puede ingresar desde el 11 de enero de 2009 y en el caso de los sectores mencionados el estado del patrimonio es absolutamente incierto.
Para que los cofores tengan una idea de qué es lo que se ha “transferido”, detallo: miles de bocetos y figurines originales de escenógrafos y vestuaristas de renombre mundial, planos originales del Teatro Colón, 450.000 originales fotográficos (negativos color y blanco y negro y transparencias color) con la historia y el registro sistematizados de los últimos 40 años del teatro, miles de horas de video de los espectáculos llevados a cabo en el Colón durante los últimos 25 años, miles de horas de grabación de audio con algunos registros que superan los 50 años y casi tres terabytes (tres mil gigabytes) de fotos, audio y video digitales con la actividad desde enero de 2006, más: numerosos archivos analógicos digitalizados. A todo esto, hay que sumarle cientos de miles de dólares en equipamiento de alta tecnología cedidos, la mayoría, en donación al Colón por la Embajada del Japón para el desarrollo y la incentivación de las actividades de dichos sectores y el acrecentamiento del patrimonio documental del teatro. Hay que destacar que todo el material detallado es documentación invaluable e insustituible, de consulta y uso permanente no sólo por el Colón sino por instituciones de todo el mundo.
Resulta sorprendente como Macri, Lombardi y García Caffi, consideran a este patrimonio y a los trabajadores que lo custodian, preservan, acrecientan y administran, como materia de disolución, desechable, descartable, y/o trasladable.
Es de esperar que, consecuentes con la negligencia demostrada hasta el momento, los funcionarios arrumben el patrimonio mencionado en algún oscuro container y lo depositen en galpones, sometiéndolo a las inclemencias del tiempo y la acción de las alimañas produciendo su deterioro o su total desaparición.
Este hecho, ha sido puesto en conocimiento de los legisladores de la Comisión de Cultura de la C.A.B.A.
Por mi parte quiero señalar, que a pesar de tanta destrucción, avasallamiento, incultura y prepotencia de parte de la actual gestión, no se percibe una reacción de la comunidad acorde a este despropósito. Salvo honrosas excepciones, la ciudadanía balconea en actitud autista, mientras la depredación avanza sin pausa.
De continuar esta situación, es inexorable que se cumpla lo que reza un proverbio oriental: “aquello que no se cuida y preserva, está destinado a perderse”.
Sería terrible concluir que los argentinos del siglo XXI por desidia y falta de compromiso perdimos un patrimonio insustituible de incalculable valor cultural e histórico, lo que equivale a decir: que no nos merecemos el Colón que tenemos.
* Delegado de los trabajadores del teatro Colón