Por Celia Carbajal, Télam
Bioinformáticos de 50 países están reunidos en Buenos Aires para fortalecer una red de registros de plantas y animales que, vía Internet, de manera libre y gratuita, da acceso a la biodiversidad mundial en apoyo a la investigación científica y fomento a la conservación biológica.
El presidente del encuentro, el paleobotánico Edgardo Romero, contó a Télam que “hay acceso libre, por Internet, para cualquier ciudadano del mundo” de los registros de lo colectado por coleccionistas `de a pie`, que en Argentina corresponde a unas 400 mil descripciones de plantas y animales argentinos.
“A nivel mundial, hay digitalizados 380 millones de registros de especímenes -variedades dentro de una misma especie-, con los que los biólogos vemos si determinada especie útil en tal país está en Argentina y, con cuatro teclas, sabemos lo que hay colectado en Tucumán, La Plata, Mendoza…”, informó.
La Reunión de Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad (GBIF, por sus siglas en inglés) se realiza entre el 28 de setiembre y el 7 de octubre, cuando unos 70 informáticos nacionales y extranjeros harán capacitación técnica en la sede del Museo de Nacional de Ciencias Naturales, en Parque Centenario, mientras que los aspectos políticos serán tratados en el Hotel Panamericano y un simposio científico se desarrollará en la Cancillería.
Constituida por 53 países y 43 organizaciones no gubernamentales, la red es un órgano de gobierno para la cooperación científica dedicada a “facilitar el intercambio de datos sobre biodiversidad de manera libre y utilizando la informática”, dijo Romero, hasta hace una semana director del Museo Nacional de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia.
GBIF fue creada en 2001, estructurada como una red de nodos nacionales con una secretaría internacional en Copenhague. La red pone a disposición pública datos científicos primarios directamente recopilados de la naturaleza, que siguen perteneciendo a sus propietarios y se actualizan mediante una arquitectura distribuida.
Promueve la digitalización de colecciones biológicas y observaciones de campo para ofrecer acceso a archivos temporales y espaciales de la ocurrencia de especies en la Tierra.
“En primer lugar, hay que conocer las especies argentinas tanto en plantas como en animales o microorganismos, para establecer el rango de aplicaciones que está habiendo en las ciencias farmacéuticas y agronómicas; así, se conocen las especies que son sensibles para su defensa biológica”, indicó Romero.
El científico agregó que “el otro caso más conocido es el de las especies en vías de extinción, en el que estamos teniendo una alta pérdida de diversidad por áreas fragmentadas por cultivos”.
GBIF promueve la vinculación de datos moleculares, de especies y ecosistemas, bibliotecas digitales, de imágenes y otros recursos multimedia para su uso científicamente validados, en la toma de decisiones sobre conservación y planificación ambiental.
Los países acuerdan cómo debe poner los datos, para qué y cómo obtuvieron aquellos del patrimonio de otros países, ya que hay patrimonio argentino en otras partes del mundo y viceversa.
Por ejemplo, “muy amplias colecciones de animales y plantas hechas en nuestro país hace siglos, que incluyen el trabajo de Darwin u otros de antes y después”, refirió Romero.
“Eso hace que nosotros tengamos especímenes de otros países y que otras naciones tengan los nuestros, así que, cuando se pone en un registro digital toda la información sobre la aves del museo británico, aparecen especímenes argentinos con todo el detalle del día en que fueron colectados, estación del año, localidad”.
Entre los datos útiles, “nos sirve la información de seres vivos de otros países que se vinculan a los nuestros y pueden ser una amenaza como invasor, constituyendo una plaga en nuestro país, como los caracoles que vienen en los buques, que están en equilibrio en su ambiente natural pero aquí son plaga”.
A través de canjes hechos a lo largo de muchos años, en el país “tenemos aves de Estados Unidos que actualmente están extinguidas, e incluso hay huevos de 45 centímetros de diámetros que ponía el ave gigante de Madagascar”, contó.
Romero dijo que “hay maneras establecidas respecto a la contradicción que pudiera suscitar, en la cooperación, el hallazgo de un espécimen disputado por la industria farmacéutica; entonces, cuando se sospecha que hay un material crítico, se dice qué es, cuáles son sus características morfológicas, en qué fecha se coleccionó, pero se restringe el dato de localidad”.
La reunión internacional de bioinformáticos resulta un “híbrido de informáticos que saben mucha biología y de biólogos que saben mucha informática”
Gracias a ellos, si antes había que consultar `in situ` la colección del naturalista británico Charles Darwin o el paleontólogo Florentino Ameghino, ahora “hay acceso libre, por Internet para cualquier ciudadano del mundo” de registros que en Argentina suman unas 400 mil descripciones de plantas y animales, la mitad hechas por argentinos y el resto, por extranjeros.
Consultado acerca de qué diría Darwin de este recurso, Romero descontó que “estaría muy contento, porque él siempre tuvo una inquietud biogeográfica, que requiere la localidad precisa de cada una de las especies”.
“Con esas coordenadas puestas en un planisferio, se establece un mapa que incluye hasta lo colectado por Darwin o Ameghino, que es de tremenda ayuda para cualquier biólogo”, celebró.