La demagogia electoralista mediante slogans y frases hechas nos enfrentan en antinomías estériles y nos confunden. Hay, sin embargo, valores: el alto grado de madurez del pueblo argentino que nos permitirá elevarnos por encima de la miseria que la antinomia nos ha planteado, para dejar, de una vez por todas, ese ser “anti” y ser, de una vez, por todas, “pro”: “Pro-argentinos”. Estos y otros conceptos aparecen en el discurso inaugural de Videla tras el golpe de Estado de 1976.
El discurso de Jorge Rafael Videla al asumir el Gobierno tras el golpe del 23 de marzo de 1976
Un factor había contribuido notablemente a este deterioro de nuestro estilo de vida democrático y, si hubiera que definirlo en una sola palabra, diría que es demagogia. La demagogia, agitada con fines puramente electorales a través de slogans, rótulos y frases hechas, no hizo más que enfrentarnos en antinomias estériles y confundirnos profundamente, a punto tal, que hoy es difícil distinguir dónde está el bien y dónde está el mal.
Esa demagogia, además, por ser complaciente, dio origen a la corrupción, concebida ésta en la más amplia acepción de la palabra, que llegó a generalizarse en todos los estamentos del Estado. Esa corrupción —justamente por ser generalizada— motivó el trastocamiento de los valores tradicionales, es decir, subversión. Porque subversión, no es ni más ni menos que eso: subversión de los valores esenciales del ser nacional.
Pero no todo era negativo en este proceso, había también aspectos positivos dignos de ser rescatados; uno de ellos, era un alto grado de madurez logrado en el pueblo argentino, a través de esta última frustración. El otro, era que permanecía subyacente en todos los espíritus de los argentinos, un profundo sentido de unidad nacional. Con ambos factores; madurez y sentido de unidad es fácil pensar en la recomposición del ser argentino.
Ese ser argentino, basado en madurez y en sentido de unidad, permitirá inspirar para elevarnos por encima de la miseria que la antinomia nos ha planteado, para dejar, de una vez por todas, ese ser “anti” y ser, de una vez, por todas, “pro”: “Pro-argentinos”.
Por eso es nuestra intención, en nuestra acción de Gobierno, afirmar los valores tradicionales que hacen a la esencia del ser nacional y ofrecer estos valores como contrapartida a toda ideología extraña que pretenda suplantar estos valores, y aún más, conculcarlos.
Es también nuestra intención erradicar la corrupción, ofreciendo como norma la honestidad, la idoneidad y la eficiencia.
Finalmente, combatir a la demagogia, anteponiendo a ella la autenticidad de nuestros actos, inspirados solamente en la verdad.
El 24 de marzo próximo pasado, los hombres de armas iniciamos este largo y difícil camino, y estamos —como dije— dispuestos a transitarlo con firmeza. Por eso sólo requerimos en estos primeros momentos, comprensión. Comprensión hacia la actitud asumida por las Fuerzas Armadas; comprensión hacia el objetivo final trazado, comprensión hacia el curso de una acción elegida para el logro de ese objetivo. Habiendo comprensión, es posible que podamos concretar hechos reales, y es en función de esos hechos que recién podremos pedir adhesión. Adhesión, no a las personas sino a los hechos concretos en tanto y en cuanto estos hechos signifiquen los hitos de aproximación hacia el objetivo final.
Por cierto, que la adhesión impone como reciprocidad la participación y, a medida que logremos adhesión a los hechos, podremos ir dando gradualmente participación.
Llegará el día en que los objetivos que hoy decidimos son de las Fuerzas Armadas puedan ser asumidos plenamente por la mayoría de los argentinos a través de una amplia corriente de opinión; cuando así sea, será el momento de la transferencia. La participación será plena, las Fuerzas Armadas habrán cumplido con este compromiso histórico y volverán a su función específica.