“EL REGRESO DE QUINQUELA”
Ante la inmensidad de la pared, Segatori resolvió continuar con el aerosol, única herramienta utilizada en esta composición, y fusionó cuatro obras del gran pintor argentino como “Barco Hundido” y “Hombres trabajando”, y agregó mascarones de proa, “objetos de culto”, del artista nacido en La Boca.
Además, sumó a la pintura a unos niños en tamaño real mirando a Quinquela, que aparece de perfil y con una espátula. Así llegó en una primera etapa a los 700 metros cuadrados, entre los puentes Bosch y Viejo Pueyrredón.
Previo a esta actividad solicitada en el día del Riachuelo, el 8 de julio, se reubicó a 25 familias en viviendas sociales y se desalojó a una empresa que ocupaba ilegalmente el espacio público.
El trabajo artístico de Segatori entusiasmó a otros vecinos, en especial a los niños del barrio, que le pidieron que los retrate, así como a Alberto Peña y a su esposa Juani, que le solicitaron que el mural continúe sobre el frente de sus casa, lo que fue posible gracias a una empresa que le facilitó la grúa y a otra que le proporcionó la pintura.
De esta manera, el mural “llegó a los 1300 metros cuadrados”, el más grande de Argentina pintado por un solo artista”, contó Segatori, calvo, de sonrisa constante, bigotes estilo Dalí y pequeña barba triangular.
La gente se fue apropiando del trabajo y se enteró de que existía un récord mundial con un mural de 1.650 metros cuadrados, de un artista mexicano, que los llevó a apuntar más alto y continuar hasta los 2000 metros, a fines del 2014, sobre la calle Lavadero.
Peña, que vende sandwiches en la zona, dijo a Télam a modo de broma y coqueteo con la muerte que cuando ya no esté prefiere que lo visiten y le lleven flores frente al mural, en el que aparece sonriente y de anteojos.
“La que está con la cuchilla es mi mujer”, agregó en referencia a Juani, conocida en el barrio porque hace empanadas.
Segatori también estampó sobre el mural que se extiende sobre la calle San Antonio, los rostros de trabajadores de las empresas de la zona y tampoco quedó afuera su hijo Theo, que está “jugando a las bolitas con el mundo, en un hoyo o agujero negro, entre quebraduras del suelo, por efecto del calentamiento global”, explicó.
El pintor, que realiza murales desde la década del 90 y pintó en México las estaciones de subte Bellas Artes e Insurgentes, está gestionando un nuevo financiamiento para continuar por los pisos de la calle y la vereda de Barracas.
Segatori lleva su obra a todas partes en un colectivo al que bautizó con el nombre de Bondy Gallery 2222, número de los boletos capicúa que entrega como un deseo de buena suerte a todo aquel que ingresa para observar su obra, ploteada en el interior del ómnibus, al que también se accede por la parte trasera por una escalera.
Con este colectivo, que tiene pintados elementos de la suerte como la lechuza, el trébol de cuatro hojas y un elefante, recorre espacios artísticos junto a grupos de distintas disciplinas con la idea de intervenir artísticamente los espacios públicos de la Ciudad de Buenos Aires, a la que sueña como “el paraíso del arte urbano”(fuente Telam).
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