La soberbia de Solanas es tan proverbial como su coherencia ideológica. Tiene propuestas progresistas junto a un ego desmesurado. Si sus allegados tuvieran permiso para encarrilarlo deberían pedirle que calle, si no quiere favorecer a la derecha que dice combatir.
Solanas se ha montado al potro de la victoria. Desenvainó la flamígera espada y acomete contra el sistema, la Presidenta, sus ministros, y sus rivales en la campaña, con un empeño desmesurado.
Si el entorno de Solanas estuviera habilitado tendría que bajarlo del caballo: él y la gente que lo acompaña tienen propuestas demasiado valiosas contra el pensamiento de derecha, como para dejar suelto al ego de Pino. Tendrían que recordarle la enorme cantidad de votos prestados por la misma derecha. Sus críticas al Gobierno Nacional cosecharon simpatías en una avalancha exponencial de último momento. El mismo candidato dijo estar recibiendo votos del PRO.
Deberían refrescarle, los amigos que lo rodean, a Perón. O a Mandela. Cuando uno volvió al país y el otro salió triunfante de la cárcel no blandieron el dedo acusatorio a diestra y siniestra. El cineasta es un caso muy menor de liderazgo, el cotejo lo desfavorece. Más aún cuado apunta el índice hacia la Presidenta. Le exige cambios de gabinete, como si él, Pino solanas, fuera el Presidente electo esperando asumir el 10 de diciembre.
Sus compañeros de fórmula tendrían que preservarlo para otras lides. No porque la denuncia contra los De Vidos, los Jaimes y los Morenos sean inconsistentes. Son inoportunas. Sirven a la derecha destituyente. Debilitan el Poder presidencial. Amenazan la gobernabilidad. Si en los planes de Cristina estuviera reemplazarlos, tendría que dar marcha atrás. No puede aparecer cediendo a exigencias de barricada.
Por último, la descalificación de Heller. Dijo que perdió “por paliza”. No repara Solanas en quien es quien. Un adversario circunstancial y ex-aliado político hasta hace poco, con quien tiene muchísimos más puntos de coincidencia que de divergencia, debería recibir un trato más amable.
Solanas dice estar en el campo popular, latinoamericanista e indigenista. Parece encaminado a cultivar allí un huerto de la discordia. Ya lo ha hecho antes.