Por Hugo Presman
El 3 de enero del 2005, en una nota titulada “El maremoto y la República de Cromañón”, publicada por la Agencia de Noticias Argenpress el 6 de enero, afirmaba: “El horror se desató en la agonía del 2004. Jugar a la ruleta rusa convierte a la vida en un azar. El mismo azar que generalmente juega a favor en la inmensa mayoría de salas y lugares públicos que carecen de las medidas de seguridad que faltaban en la discoteca República de Cromañón.
Una serie de factores concurrentes precipitaron la tragedia. Un estado desmembrado y jibarizado, un apetito irracional de maximización de la rentabilidad empresaria, la complicidad vía corrupción entre el mercado y el estado, la irresponsabilidad de muchos de los concurrentes nacidos y criados en los años oscuros donde se desarticularon los lazos sociales y se enalteció la figura del “ganador” sin escrúpulos. Una época donde la trasgresión frívola e insolente se consideraba la quintaesencia de la viveza y hoy los jóvenes son entre otros las víctimas sociales que transitan un escenario de desocupación y falta de futuro.
En el sudeste asiático no se previno el maremoto informando que el alerta está dado por el alejamiento sorpresivo del mar para no ahuyentar el turismo. En el boliche República de Cromañón se cerraron las salidas de emergencia para no incurrir en el costo de pagar sueldos para custodiar las salidas e impedir que por ahí entraran los que no pagarían la entrada.
Si se hubiera explicado que cuando el mar se aleja, hay diez minutos para huir en dirección contraria, miles y miles de personas podrían hoy estar vivos.
Si la sociedad argentina no hubiera sido bombardeada durante treinta años con que el mercado es un distribuidor eficiente de la riqueza y el Estado es un estorbo para ese propósito, hubiera resultado más difícil que el empresario de Cromañón introdujera cuatro mil clientes donde sólo están autorizados mil trescientos.
A partir de la Caída del Muro de Berlín las sociedades tienen mejores o peores niveles de progreso y probabilidades de un futuro mejor conforme a la mezcla y proporción de Estado y Mercado que hagan.
Si el Estado no hubiera sido vaciado para reducirse a levantarles la mano a los ganadores, es posible que hubiera llegado a tiempo para clausurar una discoteca con media sombra y materiales altamente inflamables. Esa, que el padre de una víctima calificó con dolorosa precisión como “centro de exterminio juvenil”.
Si los países del sudeste asiático no hubieran temido que medidas preventivas del tsunami podían ahuyentar al turismo, el mar no se hubiera engullido a tantos seres humanos.
El maremoto es un fenómeno de la naturaleza pero la prevención es una decisión política.
Hay un hilo sutil que vincula la catástrofe del sudeste asiático con la República de Cromañón.
Es la base de un sistema despiadado basado exclusivamente en el lucro. Y donde el mercado es un dictador que se alimenta diariamente de seres humanos. Como los cincuenta y cinco chicos que mueren diariamente en nuestro país por causas evitables sin cámaras de televisión ni movileros, en el anonimato de la miseria. Sin la visualización apabullante de un boliche incendiado. Sin los cadáveres de jóvenes tirados en la calle en su frustrado intento de divertirse con su banda favorita…… La falta de una presencia activa de la estructura política del gobierno de la ciudad y de la militancia de los partidos políticos volvió a abrir una brecha entre la gente y la política.
Si la política se ausenta ante el dolor y la tragedia, sumado a la negligencia preventiva el abismo que se abre es insalvable… Pero más allá de las promesas, de la reiteración del “nunca más”, las tragedias siempre nos estarán esperando con más intensidad que una probabilidad estadística. El sistema es el que escribe el libreto. Está basado en la desaprensión, en el desprecio a la vida, en el lucro como único objetivo. El Estado y la concientización de la sociedad son los únicos que le pueden poner una valla a la desaprensión e impunidad posterior. Y pensar que en un tiempo de confusión y desprecio se pregonó la presencia excluyente de la mano invisible del mercado.
Así se construyó una sociedad manca. La regresión a una República del hombre de Cromañón”
El 24 de enero del 2005 volví a tratar el tema en una nota titulada “Sin salidas de emergencias” publicada por la Agencia Argenpress el 25 de enero, que entre otras cosas decía: “El 63% de los fallecidos en Once tenían entre 16 y 25 años. Algunas madres adolescentes, las que constituyen el 15% de los bebes que nacen, estuvieron ahí. Algunas lo son antes de dejar de ser niñas. Y la crítica puntualizó su inconsciencia.
La escritora Elsa Drucaroff escribió en Página 12 del 7-01-2005: “…. Las generaciones que parieron y criaron a los muertos que hoy lloramos anduvieron por Plaza Francia cantando rock nacional y por los cafés de Corrientes. Yo anduve por ahí, soy una de ellos. Algunos hicieron política cuando hacerlo, además de no dar dinero, costaba muy caro. Peleamos contra nuestros padres, nos reímos a carcajadas que se hubieran casado vírgenes, o por lo menos de que trataran de hacérnoslo creer, de sus ingenuas advertencias, de su sexualidad pacata e hipócrita, de su filosofía conservadora. Nos fue mal y nos fue bien, ocurrieron cosas tremendas, pero sobre todo en la vida cotidiana, en las costumbres sexuales, en los derechos de los jóvenes, hubo logros importantes (siempre complejos y contradictorios, pero logros). Lo cierto es que ahora somos padres y hay otros adolescentes que dependen de nuestro cuidado. Y aunque muchos queremos explicar a nuestros chicos que nuestra generación fue lo más, que como nosotros no hubo nadie, que nuestro idealismo y nuestra cultura…..y nuestra tragedia y dolor, son y serán inimitables, lo cierto es que demostramos ser incapaces de criarlos, de hacerlos crecer preparados para autoprotegerse, de enseñarles a respetarse, a confiar en que tienen algo que construir y que decir, y de transmitirles, en suma, una certeza completamente elemental: la importancia de vivir, de llegar a viejos.
Se dirá que nuestra generación también se puso en riesgo. Se repetirá que somos la generación masacrada. ¿Pero nuestros desaparecidos suman más que los muertos en vida (sin trabajo, sin educación, sin perspectivas) en que transformaron a nuestros jóvenes los gobiernos “democráticos” que sus padres eligieron mayoritariamente votar en los últimos veinte años? ¿Alguien contó en número exacto de chicos marginales que la policía mata por gatillo fácil o por supuesto o reales enfrentamientos y se suman de a decenas, de a centenas, todas las semanas, todos los meses?…….Si nuestra generación se puso en riesgo. Pero equivocada o no, lo hizo porque trataba de mejorar el mundo; y si la mataron, supo cada vez por qué se ensañaban con ella… (Nuestros padres) prohibían a veces por ignorancia, o por miedo, pero en cada prohibición había otro mensaje, un mensaje del que no me reí ni me río. Tu vida nos importa, vamos a protegerte. Incluso contra vos misma, entendamos o no, ignorantes o no, vamos a cuidarte porque tu vida vale. No fueron padres piolas, fueron padres…….Desde el padrepiolismo hasta la irresponsabilidad gubernamental, el filicidio es la práctica tan inconsciente como sistemática con que los adultos argentinos responden a su propia frustración, a su propia derrota”
La psicoanalista Silvia Bleichmar aporta otra mirada en Clarín del 5 de enero: “La muerte naturalizada de los jóvenes se arrastra por el país diluyendo culpas y responsabilidades. Las víctimas deben ser impolutas, “inocentes” de todo punto de vista, vale decir seres mediocres, adaptadas a las circunstancias, timoratas, sensatas, castas, para ser reconocidas como defendibles, de modo que, como ocurre siempre en tiempos de desmantelamiento ético, ni los mártires cristianos se salvarían en nuestro país de la acusación de haber hecho algo que los llevó a la muerte y de haber adherido a una causa reñida con el poder de turno. Por eso se habla en voz baja de los bebes que murieron en la improvisada guardería que la disco armó en el baño. Llegando incluso al límite de lo tolerable cuando en lugar de asumir el espanto de haber permitido en pleno diciembre nuestra propia matanza de los Santos Inocentes, se culpabiliza a las madres adolescentes que allí los dejaron, ocultando bajo esta acusación de negligencia que las llevó supuestamente a escoger el placer contra el deber materno. La responsabilidad moral que impone la asimetría de quién tiene a su cargo la organización del evento para dar las garantías necesarias para la protección de la vida de quienes participan. Es una acusación teñida de prejuicio, ya que nadie inculparía a una madre que habiendo dejado a un niño en la guardería del shopping para ir a hacer las compras, o ver una película, lo perdiera en un incendio, ni a aquella cuyo niño muriera en la colonia de vacaciones de un club que no tomó los resguardos suficientes”.
Recordemos que para apagar el incendio social se instrumentaron los planes Jefes y Jefas de Hogar cuyo monto miserable no se ha modificado en dos años. Aquí el matafuego funcionó pero las mangueras de incendio siguen pinchadas.” Luego bajo el título de “Sin salidas de emergencia” se sostenía: “República Cromañón es la muestra gratis de la República Argentina. Una “burguesía nacional” con empresas sin habilitación, sin medidas de seguridad, con los empleados en negro y con la cobertura de entes jurídicos radicados en paraísos fiscales y con testaferros insolventes. Un Estado desmantelado e ineficiente en sus tareas de contralor. Una oposición que intenta aprovechar la situación actuando como las aves de rapiña. Un gobierno de la ciudad que recibe a los representantes de la Cámara de las Discos antes que a las víctimas. Una demostración palpable que explica contundentemente el desprestigio de los sectores políticos, rehenes y cómplices del poder económico. A lo que se suma el desapego a la vida de muchos jóvenes nacidos y criados con los valores de las tres décadas que convirtieron a la Argentina en una República de Cromagnon. Un territorio sometido a las reglas impiadosas del mercado. Adonde hasta las salidas de emergencia están clausuradas. Por eso lamentablemente, y más allá de algunos avances, los pies seguirán transportando a los familiares de las víctimas de alguna tragedia argentina por la Avenida de Mayo.
ANÍBAL IBARRA: UN EQUILIBRISTA AFORTUNADO
Es el único sobreviviente de la diáspora del Frepaso en un cargo importante. Su triunfo para jefe de gobierno, contó con los vientos favorables de los primeros meses de la Alianza. Su indudable mérito fue vencer holgadamente en el debate con un peso pesado de la época, el por entonces prestigioso Domingo Cavallo, que subestimó a quién finalmente sería el triunfador. En la reelección, cuando su derrota parecía inevitable, Néstor Kirchner, en los meses primaverales de su gestión, acudió en su ayuda y aunque perdió en primera instancia venció a Mauricio Macri en el ballotage. Encabezó una coalición en que lo apoyaron el ARI, los socialistas, sectores de izquierda, el justicialismo kirchnerista, el variado calidoscopio que se conoce como “el progresismo capitalino”.
Dos circunstancias afortunadas, sumada a la garra que sólo exhibe en situaciones desfavorables y su prestigio inicial como fiscal, son las explicaciones a su sobrevivencia política. Es cierto también que su gestión de gobierno, lejos de ser brillante, es largamente superior a la de todos sus antecesores, por lo menos, de 1976 a la actualidad. En el distrito de mayor ingreso per cápita, supero sin mayores sobresaltos, la peor crisis económica de la historia argentina.
Al mismo tiempo, convivió pasivamente con mafias que denunciaba como concejal.
El futuro de Ibarra se presentaba promisorio. Fue uno de los referentes de la transversalidad. Su nombre sonaba para acompañar a Néstor Kirchner en una muy posible reelección.
El proyecto tenía una debilidad intrínseca: Ibarra no tenía tropa propia y demostraba una enorme impotencia para crear su propia base de sustentación.
Disolvió el Tribunal de Faltas. Intervino y separó correctamente la sección habilitación de la verificación de las habilitaciones.
Desmanteló al corrupto sistema de verificadores (inspectores) pero lo redujo numéricamente a una cifra que imposibilitaba un control adecuado.
Entre sus deseos y posibilidades ciertas se interpuso la tragedia de Cromañon.
El shock le inhibió los reflejos. Estuvo ausente en las horas cruciales, realizó declaraciones contradictorias y cometió un error grosero: recibió a la Cámara de los Empresarios de los Boliches, en lugar de los familiares.
Quedó preso de los acontecimientos. Fue al recinto legislativo voluntariamente, después de haber maniobrado y dilatado para obstaculizar legalmente su comparecencia. Forzó la interpretación de un referéndum que le mejorara su relación de fuerzas y fracasó. Camino al juicio político sobrestimó sus posibilidades. Suspendido, empezó a tener una presencia pública de la que carecía en el ejercicio del cargo.
LOS FAMILIARES DE LAS VÍCTIMAS
Los familiares de las víctimas han jugado, como en otras tragedias argentinas, un papel fundamental para mantener viva la causa y bajo un atento seguimiento. Sin embargo, la división en distintos grupos, algunos totalmente descontrolados, produjeron un aislamiento social, solo superado en la marcha al cumplirse un año del trágico hecho. Al no quedar exteriorizada claramente la separación de posiciones, la generalidad de los familiares quedaron adheridos a los sectores minoritarios e intempestivos, que atacaron la casa donde se alojaba Chabán, amenazaron a los hijos de Ibarra, presionaron testigos, patotearon a jueces, le arrojaron una lluvia de huevos a Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, claramente alineada a favor del jefe de gobierno, y provocaron un escándalo que provocó la suspensión de una votación en donde no se alcanzaban los treinta votos para llegar al juicio político.
El dolor debe ser comprendido social e individualmente, pero eso no da autorización ni legal ni moral para arbitrar medidas de acción directa, en un caso donde la justicia ha actuado con corrección y diligencia hasta el momento. Hay una sensación, cercana a la certeza, que los familiares han dictado sentencia, y todo aquello que no coincida con su veredicto, quedará sepultado por la diatriba y el escándalo.
COMO SE LLEGÓ AL JUICIO POLÍTICO
La Sociedad, en forma mayoritaria, consideró, transcurridos los primeros días en donde fue sacudida por las imágenes y relatos estremecedores, que la tragedia de Cromañon fue un accidente en donde el jefe de gobierno tenía una responsabilidad de última instancia, pero las culpabilidades pasaban por el que lanzó la bengala, el empresario que cerró las puertas y permitió con la complicidad policial, que en Cromañón hubiera tres veces más gente que la permitida. La Banda Callejeros que promovía el lanzamiento de elementos pirotécnicos. Las irregularidades de la habilitación que terminaron convirtiendo a la disco en una cámara de gas, atravesaba a distintos gobiernos y distintas camadas de inspectores.
Esta percepción social, más allá de su precisión y equidad, fue recogida por la oposición que decidió dejar herido mortalmente al jefe de gobierno para lo que restara de su mandato, posibilitando que escapara del juicio político por la mínima diferencia. Cromañón fue omitido como tema y acusación al gobierno como propulsor de Ibarra en la campaña electoral que concluyó el 23 de octubre.
La presión de los familiares fue cambiando la voluntad de los representantes políticos. El gobierno vio que el juicio político dejaba de ser una amenaza y pasaba a ser un procedimiento altamente factible y corrió en defensa de Ibarra cometiendo un error fundamental, de una grosería irritante. Fue el caso Borocotó. Que precipitó el voto del Chango Farías Gómez, que ni siquiera pudo acudir a la coartada de su internación, ante la amenaza de los familiares de sabotear con escándalos sus recitales.
Con irregularidades manifiestas, como la suspensión de una votación donde no se alcanzaba los treinta votos necesarios para llegar a juicio político, se alcanzó la cifra necesaria.
EN CONTRA DEL JUICIO POLÍTICO
Los que sostienen esta posición argumentan que el juicio político es una medida constitucional de carácter excepcional, que debe ser aplicado en los casos que el gobernante tenga una incapacidad manifiesta o una limitación moral. El mal gobierno es sancionado en las urnas y no a través de este mecanismo.
No hay responsabilidad directa de Ibarra, sostienen, sobre las áreas de fiscalización porque el jefe de gobierno no puede estar en las camillas de los enfermos, en las aulas de los alumnos, o en los ojos de los inspectores.
La Comisión Investigadora originó tres dictámenes: dos acusatorios con cuatro cargos (Melillo- ARI) y doce cargos (PRO y grupos de izquierda) y uno absolutorio de la oficialista Laura Morresi. En vista de la imposibilidad de compatibilización de los cargos de la acusación, se lo englobó como mal desempeño de la gestión.
La presidenta de la Comisión Investigadora, la legisladora Ferrero, fue acusada de ser socia en las inmobiliarias que con inmuebles robados perpetraron Massera y sus hijos. A eso se sumó la negligencia de los legisladores que primero no estuvieron preocupados por las medidas de seguridad poniendo sus energías en el Código de Convivencia. Luego, mientras se avanzaba hacia el juicio político, tuvieron la imprevisión de no fijar las reglas de funcionamiento. Y para completar el panorama, uno de los fiscales, Jorge Enriquez, está sospechado de haber sido el responsable del otorgamiento de la habilitación al antecesor de Cromañón en ese edificio.
A FAVOR DEL JUICIO POLÍTICO
Alejandro Horowicz es uno de los intelectuales más sólidos que tiene el país. Autor de un clásico como “Los cuatro peronismos” y “El país que estalló” Abusando de la amistad y sabiendo que no hay interés político alguno detrás de su posición, le pedí que expusiera sus argumentos a favor del juicio político a Ibarra. Esta es su explicación:
“Si Cromañón fue un accidente el juicio político al jefe de gobierno es un disparate, si no resulta una obligación ineludible. Para evitar la mala fe: accidente es un error humano. Es decir, un comportamiento cuyo resultado involuntario nos conduce a una tragedia. De modo que puede resultar útil que cada uno se responda las siguientes preguntas:
1) ¿Las salidas de emergencia clausuradas de Cromañón constituyen un error?
2) ¿La cantidad de público presente, otro error?
3) ¿La falta de habilitación del local que es?
4) ¿Que un local sin habilitación funcione sin inconvenientes como se llama?
5) ¿Ese era el único local que funcionaba en tan precarias condiciones?
6) ¿Los que debían controlar se equivocaron?
7) ¿Quién debe controlar a los inspectores?
8) ¿Si los que deben controlar no controlan cometen algún delito?
9) ¿El jefe de gobierno es o no políticamente responsable del comportamiento político de sus secretarios de gobierno?
10) Las respuestas, desde la buena fe, son de dominio público, y si alguien no tiene las respuestas a mano con un mínimo esfuerzo – basta acceder a Internet – para disponer de ellas a razonable velocidad sin demasiado esfuerzo.
Entonces, los motivos del juicio político son insoslayables: Cromañón no fue un accidente sino una masacre.
El jefe de gobierno suspendido argumentó que el juicio era inicuo porque no presentaba pruebas sustentables en sede judicial, y tampoco la opinión de los legisladores se compadecía con la de la mayoría de los porteños. Debemos admitir que ambas cosas son ciertas, pero que no vienen a cuento.
Paso a explicarme: una acusación política se diferencia claramente de una judicial. Con la mejor buena fe alguien puede sostener que es preciso impedir que las papeleras se instalen en el río Uruguay. Como el gobierno uruguayo no se atiene a razones y lo que esta en juego es la salud de la población ribereña es preciso impedirlo. Un modo eficaz: bombardear las plantas. Para hacerlo en términos legales se impone una declaración de guerra. Ergo, primero se le declara la guerra a Uruguay y después se bombardea.
Quien así razona no comete ningún delito –las opiniones no son punibles– pero si el que razona de este modo es el canciller del gobierno argentino, la oposición esta obligada a denunciar el dislate. Si el canciller no retrocede es perfectamente lícito iniciar un juicio político por mal desempeño en el cargo. Si además el canciller cobró un millón de dólares para defender ese punto de vista también corresponde una denuncia penal en sede judicial.
La constitución argentina es clara: “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”. “La nación argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal”. Por tanto, la opinión de los ciudadanos medida en una encuesta no constituye más que un dato privado irrelevante a los efectos determinar si el jefe de gobierno incurrió o no incurrió en mal desempeño de sus funciones. Son los representantes los que deben decidir y su decisión es legal y legitima. La legalidad la prueba Aníbal Ibarra concurriendo al juicio como acusado, y de la legitimidad, la masacre. 194 muertos y la clara conciencia de que la no repetición de Cromañón es el único milagro político cierto ponen el debate en su justo término”.
EL JUICIO POLÍTICO
No se busca la verdad, sino que la sentencia expresa la relación de fuerzas políticas.
Al Capone podría ser absuelto siendo jefe de gobierno si cuenta con los votos necesarios, y la Madre Teresa de Calcuta condenada por la misma razón. Con claridad lo expresa el periodista Ernesto Tenembaum en la Revista XXIII:
“Un juicio político es eso: una pelea que no se define por la justicia o injusticia de la causa. Lo que cuenta es, lisa y llanamente, el número y no la gravedad de los hechos. Richard Nixon debió renunciar para evitar una destitución inminente. La causa que desató este proceso fue un caso de espionaje menor sobre la oposición. En otro momento hubiera sobrevivido, pero uno de los políticos más hábiles….había descuidado al Parlamento. Ronald Reagan, en cambio, había aprendido la lección y, veinte años después, ni fue despeinado por el Irangate, un caso gravísimo de contrabando de armas que lo involucraba. Controlaba a los legisladores y, por lo tanto, no fue destituido…….La derrota que llevó a Ibarra al juicio político no era una demostración de culpabilidad sino de aislamiento. Si ahora sobrevive, no será una demostración de inocencia, sino la habilidad para remontar una situación política adversa, un talento que a Ibarra, una vez más, no se le puede negar….(Ibarra) recordó que en todo el juicio político, pese a que los acusadores eran impiadosos, jamás se pudo comprobar corrupción en su gobierno. También tiene razón. Lo que se está discutiendo es si la tragedia de Cromañón, en alguna medida, se produjo por el mal funcionamiento de un área de su gobierno, y si, en ese caso, el jefe de ese gobierno merece la destitución.”
Más allá de las pruebas, es indudable que los olores de la corrupción, la compra de votos, los aprietes públicos de los familiares, la atomización cariocinética de la representación política, las miserias políticas, el aprovechamiento del dolor de las víctimas, el acuerdo entre sectores de derecha e izquierda que dio lugar a una original caracterización, la del Macri – Leninismo, los silencios lastimosos de los máximos referentes de la oposición, la suerte política de Ibarra siempre pendiente de la fortaleza política de sus aliados, están expuestos como llagas dolorosas.
Si Ibarra es absuelto, se sostendrá que la corporación política se cuida las espaldas. Si es condenado, se alegará que Ibarra es el chivo expiatorio de un accidente, que una condena de este tipo no tiene antecedentes a nivel mundial, incluso por hechos similares. Que hay una cadena enorme de culpables, y que incluso los acusadores debieron estar en el banquillo de los acusados. Que nunca un jefe de gobierno, ante casos similares en España y EE.UU., fue sometido a juicio político. Que esto abre una caja de Pandora, donde podría llevarse a juicio político al Presidente, si su debilidad en la representación legislativa lo permitiera, por el delito de no evitar los cincuenta y cinco chicos que mueren diariamente por causas evitables.
En un caso en que he intentado demostrar su complejidad, llegado el momento de expresar la opinión tiendo a coincidir, más allá de las dudas, con el criterio del analista político Mario Wainfeld:
“Considerando el juicio político a un mandatario electo es una limitación al principio de la soberanía popular, que en caso de duda debe estarse por la continuidad del acusado y que la fiscalía ha realizado una pobrísima labor para acreditar sus argumentos, este cronista piensa que sería más sensato absolver a Ibarra que condenarlo”.
La responsabilidad de Ibarra, debiera definirse, en consecuencia en el ámbito judicial.
Cualquiera que sea el veredicto, no podrá evitarse que en grandes franjas de la población quede un sabor amargo.