Pequeños grupos de católicos ultramontanos han protagonizado incidentes violentos de un tiempo a esta parte. Su última aparición fue ayer viernes en un debate sobre el aborto en el Teatro San Martín. Antes habían dañado obras de una cuestionada muestra en La Recoleta. Semanas atrás hostilizaron a manifestantes por el orgullo gay. Son católicos, pero bien podrían ser musulmanes, judios o protestantes. Su denominación religiosa es secundaria. Aquí en la Argentina el fanatismo religioso es de cuño católico, en Israel hebreo, en EE.UU. protestante, en los países árabes musulmán.
No al Aborto
Al grito de ¡Viva Cristo! la versión vernácula de la intolerancia provocó ayer disturbios en el transcurso de un debate sobre el aborto en las salas del Centro Cultural Sarmiento, del complejo del Teatro San Martín. En el debate participaba la doctora Gomperts, miembro del equipo del barco holandés que distribuye la píldora abortiva fuera de las aguas jurisdiccionales. “La presencia de esta médica fue incitada por el partido del señor (Luis) Zamora y creo que es una provocación hacia nuestra legislación, hacia la forma de pensar que tienen una gran parte de los argentinos”, señaló la diputada Ferrero de Recrear.
El arribo del barco reinstaló el debate. En la Argentina se estima en 500 mil la cantidad de abortos ilegales por año. Un número indeterminado de mujeres – la gran mayoría pobres– muere víctima de las consecuencias de prácticas médicas clandestinas y falta de atención hospitalaria posterior.
El derecho a la libre expresión también estuvo cuestionado en estos días por manifestaciones de intolerancia. La Iglesia intentó impedir la muestra del artista León Ferrari, una parte de la cual “es una critica a la idea del cristianismo de castigar al diferente” según el propio autor. Nótese esta conjunción entre realidad y arte. El intento de la Jerarquía debería incluirse en la obra del artista como una realización confirmatoria del castigo al diferente, con el mismo Ferrari como víctima propiciatoria de esta “performance”. La muestra se inauguró y algunas obras fueron dañadas. En el templo contiguo al Centro Cultural Recoleta –la Iglesia del Pilar– se ofició una misa de desagravio. Desde luego, no a Ferrari ni al resto de la sociedad que no tiene problemas con artistas disidentes o al menos no se escandalizan con sus realizaciones. La Directora del Centro Cultural le habría respondido al obispo de San Isidro –quien le recriminó no haber sido consultado– “Ud. no nos consultó para confesar a Videla”.
Monseñor Aguer dijo que la muestra de León Ferrari revela el “avance de un totalitarismo encubierto” (El Día 12-12–04)
Aguer cuestionó la retrospectiva de Ferrari que se lleva adelante en el Centro Cultural Recoleta, y que ya provocó airadas reacciones desde la cúpula de la Iglesia católica, que la condenó por “blasfema”.
En esta línea, Aguer calificó las obras de Ferrari como una “una manifestación de cierto encono o resentimiento incontrolable”.
En su columna del programa “Claves para un mundo mejor”, Aguer añadió que “en la Argentina de hoy existen cenáculos intelectuales y culturales muy restringidos y que se representan sólo a sí mismos”.
“Están muy cargados de ideología y de resentimientos, pero con gran facilidad disponen de fondos económicos y gozan del favor político”, añadió el prelado.
El arzobispo platense se preguntó: “¿Cómo se puede pensar que se le otorguen tres meses de las mejores salas en ese centro de exposiciones a una muestra que vulnera los sentimientos entrañables de la inmensa mayoría de los argentinos, que son católicos?”.
Al respecto, cuestionó al gobierno porteño y señaló que la muestra es “un intento por empezar a discriminar a las mayorías que suelen ser siempre silenciosas”.
Agregó que, “en ese caso, poco de democracia se notaría en esto. En realidad, lo que se observa es más bien el avance de un totalitarismo encubierto”.
“¿Ustedes creen que se puede llamar obra de arte, por ejemplo, a un conjunto de santitos de esos que se compran en la santería de serie acomodados sobre una sartén como si se estuvieran friendo o un Cristo arrancado de la cruz y depositado sobre una plancha sobre la que se asan bifes, o una reproducción del juicio final de Miguel Angel salpicado de excrementos de pajaritos?”, se preguntó.
También los homosexuales recibieron su parte.
Durante la Semana del Orgullo del 15 al 20 de noviembre manifestantes gay fueron insultados frente a la Catedral por un pequeño grupo ultramontano. Un 10% de la población mundial está formada por varones homosexuales y mujeres lesbianas. Parece ser un hecho de la biología, no un pecado ni una enfermedad. Ya hay muchos países que reconocen el hecho en su legislación. En los más avanzados se casan con los mismos derechos que las parejas heterosexuales. En esas sociedades se discute ahora el espinoso tema de la adopción.
Libre elección
En los tres incidentes relatados es el derecho a elegir el que está bajo cuestión: el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, el derecho del público elegir qué clase de arte quiere ver y el derecho de las personas a manifestar su identidad sexual.
En sus declaraciones la diputada Ferrero y Monseñor Aguer impugan a las minorías. Ferrero calificó de “provocación (la presencia de la médica) a la forma de pensar que tienen una gran parte de los argentinos”, en tanto Aguer dijo que “la muestra vulnera los sentimientos entrañables de la inmensa mayoría de los argentinos, que son católicos”.
Como dicho, de manera alguna sostenemos que los católicos sean intolerantes sino que los intolerantes religiosos suelen ser católicos, como así también musulmanes o judíos o de cualquier otra denominación. Los episodios ocurridos en Buenos Aires son –apenas– manifestaciones inocuas de concepciones que han regado la historia de la Humanidad con los más atroces crímenes en nombre de la fé. Esperemos que al menos aquí sean también brotes anacrónicos de una intolerancia que no nos merecemos como sociedad.