Poco se habla de la inseguridad vial, sin embargo es la principal causa de muerte evitable con alrededor 7500 víctimas fatales en 2011 a nivel nacional, según estadísticas de la organización Luchemos por la Vida.
La Ciudad asiste –en promedio– a un hecho de tránsito diario con al menos una víctima. Así surge del Informe 2011 sobre Siniestralidad Vial en la Ciudad que elaboró la Defensoría del Pueblo a través de su Programa de Prevención en Seguridad Vial, que durante el año pasado contabilizó 9.969 siniestros con un saldo de 95 muertos y 10.654 heridos.
Curiosamente los suicidios en todo el país aparecen en segundo lugar aunque no puedan etiquetarse como problemas de inseguridad. El tercer lugar correspondería a crímenes pasionales o intrafamiliares y tampoco encajan en el rubro. La inseguridad criminal ciudadana —que multiplican a la enésima potencia los medios televisivos—aparece recién en un lejano cuarto lugar de muertes violentas.
Si bien las cifras confirman que desde 2008 –año con 10.952 casos–la siniestralidad viene en declive, el descenso aún no alcanza para generar optimismo en la tarea de erradicar estos episodios callejeros que para la Organización Mundial de la Salud son la décima causa internacional de muerte y la novena en materia de lesiones.
En el top ten mundial de urbes donde circular es un riesgo, Buenos Aires ocupa el octavo puesto. No es para menos; con 800 mil vehículos propios y 1,3 millón que a diario ingresan desde el conurbano, la ciudad suele devenir en caótica.
En ese marco y con conductores al borde del ataque de nervios, no extrañan los frecuentes siniestros. Para la licenciada Susana Lapsenson, coordinadora del Programa de Prevención, el análisis de las estadísticas muestra ciertas tendencias que permiten caracterizar un perfil diferenciado de la siniestralidad vial en nuestra ciudad.
Tales tendencias evidencian que por cada muerto en hechos de tránsito hay unos cien heridos. Por ello, se asegura que la siniestralidad vial porteña exhibe una alta morbilidad (proporción de lesionados) y una baja mortalidad (proporción de muertos).
Desde la Defensoría arriesgan hipótesis que explicarían este fenómeno. Por un lado, estiman que la concentración vehicular dificulta el desplazamiento a alta velocidad; lo cual reduce el impacto de las colisiones y atropellamientos. Por otro, destacan que la cantidad de servicios de urgencia médica y la proximidad a centros sanitarios permiten una acción rápida y eficaz que salva vidas.
Peatones y motociclistas son los más firmes candidatos a convertirse en víctimas del tránsito. Entre ambos sumaron el 70% de los muertos y el 62% de los heridos durante 2011. Menor riesgo corrieron los ocupantes de colectivos y camiones que sólo aportaron el 5,3% de víctimas fatales y el 5,6% de las lesionadas.
Asimismo, 7 de cada 10 víctimas son masculinas. En la Defensoría suponen que esta significativa preeminencia de género no se explica sólo por el hecho de que haya más varones al volante, sino también por ciertas pautas culturales que los hacen actuar con mayor temeridad en la vía pública.
En cuanto a la edad de las víctimas, el 53% de los muertos y el 58% de los heridos tenían entre 20 y 39 años. Aunque a partir de los 40 disminuía progresivamente el riesgo de engrosar la lista de damnificados, la tendencia se revertía entre los mayores de 65 años: en 2011 el tránsito mató a 11 de ellos y lesionó a otros 686. Para este grupo etario que, en general, ve reducida su capacidad de movilidad y tiene menor posibilidad de sobrevida tras un siniestro es necesario mejorar la infraestructura peatonal con más semáforos, mayor tiempo de cruce e instalación de islas a mitad de calzada.