La Reserva Ecológica de Buenos Aires celebró con un acto oficial realizado hoy al mediodía sus veinte años de existencia. La fecha —que coincide con el Día Mundial del Medio ambiente— está vinculada a la promulgación de la ley votada por el antiguo Consejo Deliberante que la declara reserva ecológica y parque natural.
Su origen real es anterior: las primeras señales de vida en el lugar (una extensión de 300 hectáreas ganadas al río mediante relleno con escombros similar a los “polden” holandeses durante la década del 70) aparecieron después de la gran inundación del Paraná en 1982, la que arrastro semillas y plantas que inmediatamente prosperaron en el nuevo hábitat. Luego vinieron mámíferos, anfibios y sobre todo aves. A lo largo de estos 24 años la flora y fauna se fue incrementando en cantidad y variedad, aunque las distintas poblaciones, sobre todo de fauna animal, fluctúen en función de variables tales como el nivel del agua en sus tres lagunas, la recurrencia de incendios, hábitos migratorios de algunas aves, etc.
La afluencia de público es muy alta (algunas estimaciones indican 15 mil visitantes los fines de semana soleados en Primavera y Verano) siendo un lugar de destino para observadores de aves que vienen del extranjero como así también una experiencia didáctica para escolares que participan de visitas guiadas por el entorno. Si bien todo ello indica un elevado nivel de aceptación, no ha habido en las sucesivas administraciones del Gobierno de la Ciudad un interés equivalente en potenciar a la Reserva como lo ha hecho con otras áreas turísticas de Buenos Aires.
Prometen cambios
Finalizado el acto oficial, La Urdimbre tuvo oportunidad de conversar con Gerardo Fernández, recientemente nombrado Coordinador de la Reserva Ecológica Costanera Sur. El funcionario tiene una experiencia de cinco años en su puesto anterior como empleado en la función de Ingeniero Agrónomo.
Según sus declaraciones, la apatía oficial estaría por cambiar con la implementación de una decena de proyectos actualmente en carpeta que —por razones de discreción— prefirió revelar más adelante cuando cuente con la aprobación definitiva de los mismos. Anticipó, sin embargo, que entre esos proyectos se destacan dos: la prevención de incendios y la solución a la fluctuación del nivel de las lagunas: “Se han producido casi 400 incendios a lo largo de estos veinte años, todos intencionales ya que hemos tratado en muchas oportunidades de provocarlos experimentalmente y jamás hemos conseguido, por ejemplo, que una colilla de cigarrillo sea el inicio de un fuego que se propague por las cortaderas, la especie más abundante en la Reserva” afirma Fernández. En cuanto a las lagunas el problema reside en su dependencia del régimen de lluvias, lo cual implica que en épocas de prolongadas sequías como la del pasado verano lleguen a secarse totalmente. (ver La laguna languidece, nota publicada en la edición en papel de la revista La Urdimbre). Para esto habría sido analizada una alternativa que espera aprobación y la respectiva partida presupuestaria. La solución anterior consistente en la extracción de agua del subsuelo resultó un fracaso por el alto grado de salinidad del agua, incompatible con la sustentación del ecosistema.
El otro tema que abordó Gerardo Fernández fue la convocatoria a profesionales, instituciones académicas y grupos ambientalistas, para actualizar el plan de manejo de la Reserva. “Hay que tener un plan actualizado para lo cual necesitamos ideas e intercambio de experiencias de la comunidad académica, organizaciones ecologistas e interesados en general en colaborar con la renovación de la Reserva“. No se pronunció, sin embargo, respecto a fechas o convocatorias, sino que —dijo— “es un proceso en marcha”.