Por Antonio Elio Brailovsky
Está circulando un proyecto de Código Urbanístico para la Ciudad de Buenos Aires, redactado por las empresas inmobiliarias, que no tiene en cuenta las condiciones del medio natural sobre el cual la ciudad se asienta.
Muchos profesionales señalaron la falta de tratamiento de la ribera del Río de la Plata, de la barranca que antiguamente marcaba su costa y de los arroyos entubados. Todas ellas zonas cuyo comportamiento hidrológico es diferente de las restantes.
Llama la atención que se olvidaran de la adaptación del medio urbano a su soporte natural. Buenos Aires se encuentra en la Pampa Ondulada, una zona de suaves colinas y de lagunas hoy tapadas. Cualquier albañil sabe de los riesgos de esconder con pintura una grieta estructural. Sin embargo, los que manejan el urbanismo de esta ciudad creen que se pueden ocultar los humedales con cemento.
Cuando se fundó Buenos Aires en 1580, se obedecieron las Ordenanzas de Población de Carlos V y Felipe II, que después fueron recopiladas en las Leyes de Indias. Esas normas establecían criterios de relación con el contexto natural, mucho más rigurosos que los que ahora se tienen en cuenta. Sería sin embargo un error decir que el urbanismo porteño atrasa sólo cuatro siglos, ya que los reyes de España se habían basado en normas romanas, que hoy tienen dos mil años de antigüedad.
En una reciente reunión con funcionarios del Gobierno de la Ciudad les sugerí recomendar que el Código Urbanístico tuviera en cuenta el comportamiento del agua subterránea, a la que califiqué metafóricamente como “una ribera oculta”. Por supuesto, es improbable que lo hagan, dado el peso de la rentabilidad privada por encima de cualquier consideración ambiental.
Pero además de negar la topografía, el proceso de urbanización porteño no tuvo en cuenta los humedales preexistentes.
En tiempos recientes, la mala gestión del concesionario del servicio de agua y saneamiento potenció los problemas derivados de la negación de los humedales. Van algunos mapas históricos con ejemplos. En esos mapas históricos vemos un rayado especial que señala las lagunas, pantanos y bañados en zonas que después se llenaron de edificios. Es decir, que allí están los humedales que hoy están escondidos pero a los que el cambio climático vuelve a activar, inundando los sótanos de miles de viviendas.