Entre diciembre de 2023 y agosto de este año, Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles aumentó en promedio 173% en el GBA, Comunicación (incluye servicios de Internet y telefonía) 155,5% y Educación 132,4%, por ejemplo.
Su peso en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) para esa zona es sólo de 10,46%, 2,81% y 3,02% respectivamente. Lo mismo ocurre en las demás regiones del país.
Según el INDEC, los gastos en alquileres, electricidad, luz, agua, internet, telefonía y educación apenas representan el 16,29% de los gastos totales de los hogares. El rubro más ponderado, Alimentos y Bebidas, ha desacelerado sus aumentos en los últimos meses. Esto debido al ancla cambiaria y la profunda recesión económica producto de la caída del consumo masivo, que en agosto fue del 17,2% interanual según la consultora Scentia.
¿Se puede mejorar el cálculo del IPC?
Es evidente que las ponderaciones del INDEC no reflejan los consumos de los argentinos. Además, la canasta está hecha en base a los consumos de 2004/2005 y en estos 20 años han cambiado muchas cuestiones. Un ejemplo de ello es el aumento del consumo de servicios, teniendo en cuenta internet, telefonía, servicios de streaming, etc, y la disminución, en porcentaje, del de bienes.
Las tarifas de los servicios y la política económica
Aquí entra en juego otro problema. Uno que no es estadístico, sino relacionado a las políticas económicas. “Tenés precios regulados y orientaciones políticas de gobiernos extremadamente opuestas. Durante el kirchnerismo se redujo de manera exagerada el porcentaje del gasto que se utilizaba para pagar los servicios y hay otros gobiernos que se aprovechan de eso”, destaca Fabián Amico, economista de UMET.
En Argentina el porcentaje que los hogares le destinan a cada rubro de la economía es muy fluctuante en plazos cortos de tiempo. Por ejemplo, según la orientación del gobierno de turno, las tarifas de los servicios son o no un gasto preponderante. Esa falta de estabilidad le genera una gran dificultad al INDEC para establecer ponderadores consistentes a lo largo del tiempo.
“Durante la convertibilidad, en la que hubo baja inflación, pero que fue un período muy malo para los salarios, el peso de los servicios públicos y privados estaba muy por encima de los alimentos. Ahora ocurre algo parecido. Al menos mientras dure el ancla cambiaria, porque cuando empiecen a devaluar el precio de los alimentos va a subir de nuevo”, asegura el economista de la UMET.
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