El neologismo pertenece al Ministro de Justicia y Seguridad de la Nación. Lo dijo en el programa A Dos Voces de TN. Remite a “Watergate” el famoso caso de espionaje político ordenado por el Presidente Nixon, que le costó el puesto.
El escándalo Watergate lleva su nombre por el edificio que albergaba la sede del partido Demócrata. Hasta allí se dirigieron los “plomeros” de Nixon para hurgar, al amparo de las sombras de la noche, en los ficheros del partido rival.
Igual que ahora Macri, en aquel entonces Nixon sostuvo su inocencia. Durante meses fue categórico en su rechazo a cualquier responsabilidad en el caso. Pero, a medida que surgían nuevas revelaciones en el Washington Post, tuvo que irse desprendiendo de varios colaboradores de alto rango y finalmente –antes de enfrentar el inminente juicio político– renunciar al cargo.
Watergate salió a la luz gracias al número 2 del FBI, Mark Felt, quien –sin revelar su identidad– fue suministrando datos del espionaje a Woodward y Berstein, los dos periodistas que el Washington Post comisionó para investigar las ramificaciones del caso.
En el Macrigate, la punta del ovillo es el llamado anónimo desde Misiones a un teléfono de Sergio Burstein –dirigente de familiares de víctimas de la AMIA– advirtiéndole que el Juzgado de Gallardo (subrogado a la sazón por el juez Rey) había ordenado escuchas sobre esa línea.
Es probable que quien diera la voz de alarma sea un empleado de la Justicia penal misionera que haya tenido acceso al expediente. Como quiera que sea, el dato fue el punto inicial del escándalo que ahora compromete seriamente la credibilidad del Jefe de Gobierno porteño: quien retiraba los casetes con las grabaciones a Burstein (y a Carlos Ávila, ex titular de Torneos y Competencias) era Ciro James, ex policía de la Federal, empleado como asesor en el Ministerio de Educación de la Ciudad, y a punto de entrar en la nueva Policía Metropolitana.
En estas últimas semanas, las explicaciones de Macri y sus ministros no hicieron sino comprometerlos más aún: una mentira tras otra se fue cayendo por imperio de los hechos.
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Ejemplo 1: Mariano Narodowski diciendo que el espía James fue recomendado por la Universidad de Lomas de Zamora; las autoridades de la casa de estudios salieron a desmentirlo.
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Ejemplo 2: Macri sosteniendo que su ex jefe de Policía estrella no conocía a James; el propio Palacios dice que él lo recomendó, tras revelar la Justicia unas 400 conversaciones Nextel entre ambos.
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Ejemplo 3: Macri niega que James haya trabajado en Boca; salió a la luz una foto en la que el espía colabora con Palacios en una tribuna del Club expulsando a Digon –rival de Macri en las internas de la institución– a quien la dirigencia le aplicaba el derecho de admisión.
Un signo de la encrucijada en la que se encuentra el Jefe de Gobierno es su decisión de volver a fojas cero en la conformación de la Policía Metropolitana, nombrando a un jefe civil. Ese era uno de los puntos que intentaron vanamente lograr desde la oposición y algunos legisladores del PRO en las discusiones iniciales.
El avance de la investigación judicial de Oyarbide permitirá probablemente ir revelando si el espía James actuó tan sólo como patrulla perdida o es un elemento más en un plan orgánico de espionaje impulsado desde la cúpula del Gobierno de la Ciudad. O sea, la diferencia entre un traspié político y el Macrigate.