FALLECIÓ LA INGENIERA QUE HABÍA SIDO SEPARADA DE SU CARGO Y DEMANDADA POR DENUNCIAR CORRUPCIÓN MACRISTA
Salvando las distancias, con un final menos violento pero no por eso menos trágico, parecida historia le pasó a Miriam Brawer, la ingeniera que defendió los intereses del Gobierno de la Ciudad cuando le tocó dirigir las obras de los subterráneos de Buenos Aires. Al intentar aplicarle una multa millonaria a la empresa francesa Alstom por incumplimientos en el contrato de las obras electromecánicas de la línea “A” se encontró con el fantasma de la corrupción. Sbase (Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado), la estatal porteña, no sólo le perdonó la multa a la empresa sino que le reconoció el doble de dinero.
Para completar la perversa historia los cuadros técnicos de Mauricio Macri, que hoy manejan el Sbase, la apartaron del cargo y le armaron una causa penal por una supuesta falsificación de una factura trucha echándola de la empresa sin darle un peso. Un injustificable castigo, confuso e inédito en toda la historia del Sbase. Se sabe que ningún laburante tiene espaldas para soportar económicamente una causa penal, en cambio, los poderosos pueden darse el lujo de tener muchas causas para que se las manejen los carísimos abogados, sino que lo diga el propio Macri.
Desgraciadamente, la ley de la causa-efecto se hizo realidad. La indignación, la impotencia y la depresión despertaron en el cuerpo de Brawer una terrible enfermedad que terminó con su vida, olvidada por sus pares e ignorada por los directivos del Sbase, sin dinero y sin trabajo. Antes de su muerte se supo que las pericias caligráficas advirtieron la mentira de la denunciante Sbase que quiso dar marcha atrás con la causa y arreglar el juicio, pero ella les dijo que no.
Sus compañeros recuerdan a Brawer como la mujer que ayudó a quien pudo, honesta, incorruptible y solidaria. Varias anécdotas quedarán en la memoria de los trabajadores. Como aquella primer medida que despertó la bronca de sus pares (los jefes), cuando los viajes al exterior para inspeccionar los equipos que compraba Sbase y que antes eran potestad exclusiva del personal directivo que aprovechaban para pasear por el mundo con sus familias pasaron a realizarse por única vez por los trabajadores.
¿Alguien reconocerá algún día la labor y honestidad de los que no venden sus principios? Para que la pérdida de la ingeniera Miriam Brawer no sea en vano, será necesario que la sociedad valore y reconozca este tipo de conductas y sirvan al menos de ejemplo para que no queden en el olvido. El directorio de Sbase debería reconocer el error cometido y disculparse con su familia, pero esto es mucho pedir.