Prensa Justicia Ya Buenos Aires
El martes 13 dieron su testimonio Ana Maria Soffiatini, Ana Maria Marti, Elvio Héctor Vasallo, Ana María Isabel Testa, todos ellos ex detenidos-desaparecidos que estuvieron secuestrados en el campo de concentración que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada.
La primera en declarar fue Ana María Soffiantini, docente, quien fuera secuestrada junto a los dos hijos, a metros de su casa en Fragata Sarmiento y Juan B Justo. Fueron abordados por un grupo de personas armadas, entre ellos el represor Astiz. Fue conducida a la ESMA, donde fue sometida a condiciones inhumanas de vida y tormentos: “Convivir con los gritos, la tortura, era lo cotidiano en la ESMA.”
En su testimonio relató la existencia de los traslados: “Cada tanto, empezaban a nombrar (a los detenidos) por los números, había movimiento de grilletes, se armaba una fila. Esos días eran de grandes silencios…“. Describió como supo del asesinato de Horacio Maggio, —Nariz, secuestrado que logró fugarse de la ESMA, fue nuevamente secuestrado y asesinado— cuyo cuerpo fue llevado a la ESMA. Los detenidos-desaparecidos fueron obligados a ver su cuerpo sin vida. Asimismo relató como fue asesinada Norma Arrostito. “Ese día mataron a una compañera que amábamos mucho, que respetábamos mucho.” Asimismo detalló como los represores relataban lo que hacían con los cuerpos de los desaparecidos: “Ellos mismos nos decían que cerca había un lugar llamado el campito, donde quemaban los cuerpos de los compañeros asesinados o heridos. Se hablaba de ‘hacer el asadito'”.
“¿Quiere un cuarto intermedio?” Le preguntó en un momento el juez a cargo del TOF 5, “No, ya esperé tantos años...” contestó Soffiatini, y continuó con su relato. Los represores la llevaron en una ocasión a Ramallo, su lugar de origen. Al llegar, su hermano le preguntó ¿Cómo te enteraste?. Su padre había fallecido, de tristeza, y ese día lo habían enterrado. “No pude ver su cuerpo. Tampoco el de mi compañero Hugo Onofri. Eso quisiera que los asesinos digan: donde están los cuerpos de nuestros seres queridos”.
Finalizando su testimonio, Ana María manifestó: “Lo más terrible que intentaron hacer en nosotros fue querer que perdiéramos la confianza en los compañeros. No lo lograron, fue la gran batalla que dimos ahí adentro “.El siguiente testimonio fue el de Ana María Martí.
¿Conoce a las victimas de la causa?, le preguntó el presidente del TOF 5 cuando comenzaba su testimonio.
“A Margari y Garcia los conocí en la ESMA. A Lordkipanidse lo conocí hace unos años, no lo vi en la ESMA porque fue secuestrado después de que me llevaran al anexo de la ESMA. A Josefa Prada de Oliveri no sé si la vi en la ESMA, porque allí vi cientos y cientos y cientos de personas detenidas-desaparecidas encapuchadas y engrilladas a quienes no podría reconocer.”
“Quiero decir que estuve 20 meses secuestrada en la ESMA y un mes en un anexo“, comenzó diciendo la testigo. Fue secuestrada el 18 de marzo de 1979, en la estación de tren El Tropezón, cerca de San Martin. Cuando fue a sacar el boleto, el vendedor trató de advertirla del peligro con la mirada. Fue rodeada por un grupo de entre 12 y 15 personas.
Fue llevada a la ESMA, y la llevaron al sótano, donde le sacaron una fotografía. “Víctor Basterra, cuando sacó los documentos y las fotos, entre eso estaba mi ficha de entrada en la ESMA, que fue publicada en tapa en un ejemplar del Diario del Juicio“, relató Martí.
Allí fue sometida a condiciones inhumanas de vida y tormentos. Identificó detalladamente quienes eran los represores que actuaban en la ESMA. Fue conducida al altillo del Casino de Oficiales, conocido como Capucha. “La cucha, un cajón sin tapa. Allí estaba esposada y engrillada“.
Su relato sobre el paso por este campo de concentración fue muy amplio y detallado, un enorme ejercicio de memoria. Imaginen si tuvieran que recordar día por día lo que fue sus vidas durante dos años, suele decir Ana María para dar una dimensión de lo que significa.
Y lo hizo, habló de la primera persona que conoció detenida en Capucha:
“A mi derecha había una mujer de 50 años que se quejaba de dolor día y noche sin parar, tenia las piernas negras de los moretones. Cuando pasaba repetía: DIOS MÍO ESTO ES UN GENOCIDIO, DIOS MÍO, DIOS MÍO, ESTO ES UN GENOCIDIO. Era Alicia Eguren, la mujer de John William Cooke. Se la llevaron“.
Y lo hizo, habló de los traslados:
“Lo peor de la capucha eran los traslados, en general eran los miércoles, nos decían que eran a centros de recuperación que la marina tenia en el sur. Ese día no volaba una mosca, vaciaban el sótano. Una vez me llevaron a una salita de interrogatorios y se olvidaron de mi, y vi entrar al sótano a un enfermero de botas blancas, llevaba una bandeja de metal con tubos de metal, algodones y jeringas. Arriba no nos podiamos mover. Los guardias iban llamando a los detenidos por numero. La puerta se abría y se cerraba, los sacaban de a uno. Me anunciaron mi traslado tres veces… Yo quería estar en una cárcel, con una reja gruesa, gruesa, que me separara de los represores.”
El día siguiente del traslado en el sótano había marcas de zapatillas arrastradas, olor a desinfectante. Tincho, un detenido-desaparecido, contó que lo llevaron al sótano, que lo inyectaron, pentonaval, que lo llevaron en un camión, lo llevaron a aeroparque. “A él lo devolvieron a la ESMA. Estaba medio adormecido“.
Y lo hizo, habló de los bebés nacidos en la ESMA:
“Si de alguien puedo decir que lo vi todos los días es a Héctor Febres. Era operativo, hacia compras, torturaba, llevaba a los detenidos a las casas de sus familiares, pero sobre todo fue responsable de la canallada de los bebés.
Era el que se ocupaba de las mujeres embarazadas. Yo iba cada vez que podía a la sala de las embarazadas. Un día estaba en la pieza de las embarazadas, había 3 o 4 compañeras, entre julio y agosto, entró Febres haciéndose el canchero, traía unas hojas de papel, sobres y lapiceras, se sentó y les empezó a decir que prepararan una carta para el familiar que ellas habían elegido para que cuidara el bebé. Les aconsejaba que pusieran los datos del bebé. Cuando ya se iba, Febres se levantó y dijo cínicamente: no se olviden de poner bien clarito el nombre y la dirección de su familiar, a ver si todavía me equivoco y la dejo en una casa con una familia que nada que ver. Vi a Febres con un moisés, con ajuares de lujo, ahí me di cuenta que no los entregaban a las familias.
Estos juicios, todo lo que se fue sabiendo en los 30 años están basados en nuestros testimonios, pero si yo agarro el testimonio del 79 y veo lo que ha pasado ahora:En el año 1979, en plena dictadura, a pocos meses de haber salido en libertad, dijimos que habíamos visto una chica muy jovencita, Bebé, Alfonsín de Cabandie, que había tenido un varón. Sabemos que fue apropiado por un policía de apellido Falco, y que hace un pocos años recuperó su identidad.
Dijimos que habíamos visto a Patricia Roisinblit, su bebé fue apropiado por un represor de la aeronáutica, y hoy es un nieto recuperado.Sabemos de Cecilia Viñas, su bebé fue apropiado por el represor de la ESMA Jorge Vildoza, y hoy está recuperado.
De Maria Hilda Pérez de Donda, dijimos que tuvo una nenita, fue apropiada por un represor de la prefectura, Azic. Fue recuperada hace muy pocos años.Ellos, los hijos recuperados son no sólo testimonio, sino prueba muy contundente de lo que ha pasado.
Lamento que Febres no esté en esto momento.
Que deje de torturar a las familias, que no saben donde están sus hijas, sus hijos, sus hermanos, y que saben que hay bebés, sangre de su sangre, no los pueden encontrar, y yo no tengo dudas que Febres, Acosta, los represores saben donde están”.
Ana María fue sometida a trabajo esclavo, en la Pecera, donde era obligada a realizar traducciones del francés. “Me llevaban con grilletes, la mejor muestra de la esclavitud“.
Dijo de sus compañeros:
“Había un grupo importante de compañeros en la Pecera, siempre digo que si estoy viva es gracias a mi compañeros de la capucha y de la pecera, porque aun ahí donde nos decían claramente que no podíamos ser solidarios porque era ser subversivos, aun en los peores momentos que tuve que pasar, siempre me contuvieron, fueron terriblemente solidarios conmigo.”
Lo peor que le sucedió en la ESMA:
“El 4 de octubre el tigre Acosta me informa que mis hijos habían sido secuestrados por el Ejército“. Le dijeron que sus hijos no iban a ser devueltos a su familia porque estaban muy politizados: tenían 6 y 8 años.
Ana María pasó su último mes de cautiverio con sus hijitos en un anexo de la ESMA, una quinta que no logra ubicar, donde los tuvieron secuestrados a los tres. Finalmente, fueron llevados a Ezeiza y de allí viajaron exiliados a España, a la casa de una abuela. Febres le siguió los pasos hasta allí, e incluso un día le golpeó la puerta y entró a su casa allá, evidencia de la continuidad de la vigilancia y la persecución.
“Fue muy difícil sobrevivir. Me pasé años explicando por qué estaba viva, porque te decían que si estabas en libertad era por algo“. Ana María estuvo refugiada en Suiza desde 1979 hasta 2003, año en que volvió por primera vez a la Argentina.
La audiencia continuó con el testimonio de Elvio Héctor Vasallo, de 75 años, quien fue secuestrado en marzo de 1977, cerca de su casa en Haedo. Fue llevado a la ESMA, donde fue sometido a condiciones inhumanas de vida y a tormentos. Allí fue sometido a trabajo esclavo durante su cautiverio. “Nací en el 32, en el 30 ya había habido un golpe militar, crecí escuchando como me tenia que vestir, que tenia que leer. Han pasado 30 años, y me digo ¿Será justicia? ¿No será justicia? Tengo 75 años“.
El último testimonio de la tarde fue el de Ana Testa, secuestrada el martes 13 de noviembre. Exactamente 28 años después se encontró dando su testimonio en este juicio. Fue conducida a la ESMA donde permaneció detenida-desaparecida hasta el 25 de marzo de 1980. Allí fue sometida a tormentos y a trabajo esclavo. “Creo que no es importante abundar en la tortura física sufrida, tortura era todo, declaré en causa esma del 87 que luego fue inhibida con las leyes (de impunidad). También declaré en España y deben tener mis testimonios, así que lo deben saber de memoria“, le dijo al tribunal.
La testigo se refirió a su secuestro identificando a los represores que participaron de él:
“Palito, Fafá, Gerardo, Gordo Juan Carlos. En 28 años y gracias al trabajo de Victor Basterra de sacar los negativos, pudimos ponerles nombres y apellidos. Por ejemplo palito es Donda, Gerardo es Peyón, que está muerto, son muchos 28 años para empezar un juicio“.
Realizó una descripción detallada del sótano, donde estuvo encerrada durante casi todo su cautiverio. Nombró a los compañeros con los que compartió cautiverio: “Hay mucha gente que no puede estar testimoniando en este juicio, por ejemplo los Villaflor“.
Finalizó su testimonio pidiendo por la identidad de los hijos de desaparecidos apropiados por los represores:
“Mas allá de que se lo juzgue en este juicio por torturas, creo poco en la justicia (a pesar de ello) iré a denunciar cada vez que sea necesario, porque tenemos que encontrar a los 400 chicos nacidos en cautiverio, al menos deberían decirnos donde están, ellos son los desaparecidos de hoy, los desaparecidos de identidad“.