Concluye 2004. En los próximos días, muchas páginas de “notorios” medios gráficos estarán dedicadas a promocionar a los personajes del año y se verán hasta el cansancio las caras de la farándula, actrices y actores de insufribles telenovelas, taquilleras figuritas de celuloide, estrellas del deporte, conductores de estupidizantes programas de entretenimiento, comunicadores de toda clase de chabacanerías y mentiras y, por supuesto, algún científico de moda o escritor de novelas exitosas que proporcione el toque “serio” y legitimador a la “gran” producción periodística.
Ya que la de medir el tiempo es una convención tan profundamente arraigada en la cultura humana y que reconocemos que nos es casi imposible escapar de su influjo, Tras Cartón también hace su balance anual y elige. Y elegimos sin anunciarlo en tapa, sin publicar fotos, sin estridencias, sin hacerle el culto a ninguna persona y sin individualizar a nadie.
Elegimos a quienes no se resignan a ser marginados, despreciados, golpeados, asesinados… Elegimos a quienes resisten la injusticia de una u otra manera: a los trabajadores que recuperan empresas estropeadas por sus patrones y se organizan en cooperativas, a los que pelean por mejorar sus condiciones laborales y por democratizar sus sindicatos, a los innumerables desocupados que llevan el ilustre nombre de piqueteros y que le ponen el cuerpo a la represión policial para que sus hijos coman, a los aborígenes y campesinos que defienden sus tierras ante el avance expoliador de los grupos monopólicos.
Elegimos a quienes, desde los barrios, desde el Parlamento, desde donde sea, alzan la voz contra esa estafa mayúscula llamada “deuda externa” y que no constituye otra cosa que un mecanismo de extorsión para mantener postrada a la Argentina. Elegimos a los jóvenes que se esfuerzan por rescatar el legado de toda esa generación que luchó y entregó su vida para que el país sea verdaderamente libre.
Y entre las epopeyas, elegimos a la más emblemática de todas, pues es, sin duda, la ofrenda a la humanidad más bella y noble de los últimos tiempos: la heroica resistencia del pueblo iraquí, que soporta y enfrenta con estoicismo de fábula los estragos provocados con total impunidad por el ejército más poderoso y genocida que conoció la historia del planeta. Y decimos con total impunidad, por el silencio vergonzante y cómplice de la esfera dirigente de casi todos los países de la tierra -aquello que se ha dado en llamar “comunidad internacional”- que no sólo no condena, sino que acepta al sanguinario Bush y a todo su séquito como miembros selectos de su club.
Estrictamente fieles a esos hábitos tan arraigados en la cultura humana, levantamos la copa y brindamos por un feliz 2005. Pero lo hacemos eligiendo. Allá aquellos que quieran seguir viviendo anestesiados y haciendo la vista gorda en medio de un país y de un mundo que corren el peligro de desplomarse. Tras Cartón brinda exclusivamente con quien merece amor.