EL GOBIERNO DE LA CIUDAD SÓLO ATINA A RECOMENDAR PRUDENCIA Y EXTREMA CONTROLES
Después de Cromañón muchos creímos que la venta libre de pirotecnia iba a ser tratada por la legislatura de la Ciudad como un riesgo grave para la salud pública, no sólo por el desastre puntual de la bengala en ese boliche sino también por las recurrente perturbaciones y daños que ocasiona el uso de pirotecnia en general durante las festividades.
La Legislatura porteña no se interesó por ese ni por ningún otro tema asociado con la tragedia y la mayoría de los legisladores se dedicó en cambio a derivar toda la responsabilidad al ahora suspendido Jefe de Gobierno y convertir a su destitución en el tema emblemático del año legislativo 2005.
También quedaron en el camino las prácticas dolosas de los empresarios y se prefirió dejar que Chabán aparezca como un criminal y no como lo que es: un representante de la extensa clase de empresarios truchos a quien le salieron mal las cosas por el mero exceso de codicia que caracteriza a los de su especie. Los legisladores podían haberse horrorizado por las leyes permisivas que facilitan la constitución de empresas off—shore (como es el caso de la que integraba Chabán) con escasas o nulas responsabilidades penales ante la justicia local.
“¿Cuántos Chabán andan sueltos por allí? —nos preguntábamos en un nota escrita después de la tragedia— ¿Cuántos empresarios tienen —como Chabán— empleados en negro, sin aportes jubilatorios, sin ART en caso de accidente y ninguna de las otras ventajas asociadas con un empleo legal? ¿Cuántos venden servicios o productos de inferior calidad a la declarada? ¿Cuántos inventan quiebras fraudulentas? ¿Cuántos exponen a sus empleados a riesgos de seguridad laboral por trabajar con equipos deficientes, o materiales peligrosos sin la protección adecuada? La lista es larga”.
Ni que hablar de temas aún más espinosos tales como la libre circulación de menores no acompañados por la ciudad a cualquier hora de la noche y su libre acceso a discotecas y otros lugares bailables. Algún legislador podría haberse interesado por la delicada cuestión, pero ninguno lo hizo.
La pirotecnia
El caso de los artículos de pirotecnia —a diferencia de las complejidades que presentan los esbozados más arriba— se prestaba de manera inmejorable para pasar legislación que restringiera su venta libre y creara la figura del profesional responsable, como existe por ejemplo para la instalación de gas domiciliario, otro elemento altamente explosivo. Tampoco hicieron nada los legisladores del 2005 en ese sentido.
Todos los años, el Hospital Santa Lucía informa de un alto número de pacientes con daños severos a la vista y otros nosocomios de serias quemaduras como resultado de la manipulación de cohetes y otros elementos explosivos durante los fiestas de fin de año. Hay personas que perdieron dedos y ojos por el estallido de artefactos de pirotecnia y no son infrecuentes los episodios de quemaduras graves en casos de quienes llevaban esos artefactos en los bolsillos.
En el portal del gobierno de la Ciudad puede leerse esta noticia de fines del 2004: “Durante la Nochebuena del año pasado, el Sistema de Atención Médica de Emergencias (SAME) realizó 393 auxilios médicos a personas heridas por el uso de pirotecnia. El hospital oftalmológico Lagleyze asistió a 60 heridos en los ojos por el uso de pirotecnia y descorche de botellas. El Santa Lucía asistió a 31 personas, de las cuales 25 de ellas fueron menores; y el hospital de Quemados atendió a 32 personas con quemaduras leves y lesiones por el uso de pirotecnia. Algunas de ellas se les practicaron intervenciones quirúrgicas, pero ninguno debió ser internado”.
Recordemos al chico que murió hace unos años atravesado por una bengala disparada desde la tribuna rival durante un partido en la cancha de Boca o la mujer que hacía cola esperando entrar al acuario Mundo Marino en San Clemente del Tuyú y también perdió la vida al ser alcanzada por uno de estos artificios que formaba para parte del show. Las bengalas tienen su lugar en el ámbito militar, naval o en operaciones de rescate. No deberían estar en los shows y menos aún al alcance del público.
Antonio Brailovsky, ex adjunto a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, recordaba en una nota —a propósito de la explosión de una fábrica de pirotecnia clandestina en Florencia Varela— que la diferencia entre pirotecnia autorizada y pirotecnia ilegal es ilusoria. “Por una parte, los explosivos están hechos para estallar y en eso no se diferencian los legales de los ilegales. Han habido accidentes igualmente fatales con pirotecnia autorizada y con pirotecnia prohibida— Además, alguien que falsifica un producto, no tendrá inconvenientes en falsificar también su etiqueta. El cartel ‘aprobado por Fabricaciones Militares’ puede ser tan falso como todo lo demás y el público no tiene maneras de darse cuenta”.
La advertencia “consuma sólo pirotecnia autorizada” es una forma que tienen las autoridades de eludir su responsabilidad.” decía Brailovsky en esa nota y agregaba: “No existe pirotecnia inocua. Este fin de año (2003), una niña sufrió graves quemaduras en gran parte de su cuerpo al incendiarse su vestido por las chispas de una “estrellita”. Recordemos que la ropa de materiales sintéticos arde con facilidad y que al inflamarse se pega al cuerpo”.
Durante su gestión, Brailovsky presentó un proyecto de Ley en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, en la que pedía la prohibición de venta al público de artículos de pirotecnia. La Legislatura se negó a tratar ese proyecto, “en parte —comentó Brailovsky— por presión de los vendedores de explosivos y en parte por no atreverse a ir contra una costumbre muy arraigada”.
Un año antes de Cromañón el ex defensor adjunto del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires proponía tomar la propuesta de prohibir la venta libre de pirotecnia e incorporarlo a los temas de reclamo social. “La indecisión para definir políticas de fondo sobre el tema sólo puede provocar más muertes y mutilaciones” argumentó entonces, sin sospechar en qué trágica medida se iban a elevar las cifras de lo que terminó siendo la crónica de unas muertes anunciadas.