Por Oscar Taffetani (APe)
El médico pediatra Melchor Ángel Posse (1932-2004), que fue cinco veces intendente electo de San Isidro, dedicó el libro Los desarraigados a sus tres pequeños hijos, entre ellos Gustavo, actual intendente de San Isidro.
Seguramente Gustavo, nacido en 1962, tuvo tiempo de leer -cuando hacía sus estudios de Derecho o bien cuando decidió abrazar la carrera política- aquel libro anticipatorio de su padre.
Lo que no es seguro es que haya entendido su significado. Ni tampoco es seguro que quiera hoy (algo que le pasa a muchos dirigentes del país) hacer un ejercicio de memoria.
Escribe Melchor
Los desarraigados es un ensayo político que contiene las reflexiones de un joven militante radical cuya familia, procedente de Rosario, se radicó en San Isidro por los desplazamientos que causó el reacomodamiento económico argentino de los años ’30 y ‘40.
El desarraigo propio le dio a Melchor Posse, tal vez, una sensibilidad especial hacia los problemas y necesidades de los migrantes internos, esos criollos que habían empezado a hacer sus quinchos y ranchos, sin ir más lejos, en baldíos aledaños a la fábrica Standard Electric de San Isidro, en terrenos bajos e inundables de un paraje inhabitable conocido como La Cava.
“Hablaban -escribe Melchor- el idioma de Buenos Aires, compartían la historia de la ciudad fabulosa y soberbia. Mas los porteños, de pronto, no reconocieron en ellos a sus hermanos. Y ellos se sintieron solos, aislados, desarraigados de su tierra”.
“Cuando convino a su negocio -dice en otro pasaje- la oligarquía terrateniente abandonó la agricultura y consagró sus campos a la ganadería. Si con ello quedaban sin ocupación millares de campesinos, poco podía importarle. Un campesino muriéndose de hambre en un rancho no significaba para la oligarquía mucho más que lo que podía significar un arado oxidándose en un galpón…”
“En última instancia -acotaba el médico- la miseria de esas villas, que no es miseria moral, por cierto, es el producto directo del egoísmo de la oligarquía terrateniente”.
Habla Gustavo
Fiel a la consigna de actuar sobre el efecto y nunca sobre las causas (directiva impartida por los medios de masas a los políticos que compran el discurso del presente absoluto), Gustavo Posse se apuró a declarar -luego del conmocionante asesinato de un ingeniero que vivía en su distrito- que la responsabilidad era del ministro del Interior, “por haber retirado la Gendarmería de la Cava”.
A continuación, el intendente decretó luto oficial en San Isidro, por 48 horas, y adelantó que el Concejo Deliberante debatiría una ordenanza por la cual se decretará el estado de emergencia en materia de Seguridad, en el partido de San Isidro.
En cuestión de horas, volvió la Gendarmería a La Cava.
“Tenemos mucha inversión puesta en el lugar, queremos avanzar cada vez más y podemos mostrar al segundo lo que nos ocurre. Hoy no nos sirve porque murió alguien, pero creemos que hay una fuerte vinculación con el estado de las leyes y su interpretación, honesta, pero equivocada”, expresó el Intendente a los medios.
“No hay voluntad política de crear más cárceles para poner allí a todos los que corresponda”, dijo también.
Finalmente -sin dejar de ser abogado- Gustavo Posse manifestó que “las calles son cada vez más duras y las leyes no son, tal vez, las más adecuadas para el momento que se vive…”
Había escrito su padre Melchor, cinco décadas antes: “La ley se ha hecho para el hombre, y no el hombre para la ley. Y una ley que no está hecha a la medida del hombre común, una ley que consolida el hambre, que solidifica la miseria, no merece llamarse ley”.
El futuro ya llegó
“En lo que concierne a aguas corrientes y desagües cloacales -escribió el Cholo Posse en 1964- vivimos en plena Edad Media, sentados sobre un volcán de gérmenes, bajo la amenaza de las peores epidemias. (…) Estas son las obras de fondo que requiere el conurbano…”
Finalmente, con gran visión del futuro, afirmaba: “Esas villas comportan la única posibilidad de arraigo definitivo con que cuentan los inmigrantes del interior del país”.
Medio siglo después, en las 30 hectáreas que ocupa La Cava -como se ha denunciado- los índices de desnutrición y malnutrición de los pibes superan la media nacional, las napas freáticas están contaminadas y, dado que el Municipio no cumple con la frecuencia necesaria con el desagote de pozos ciegos, éstos se desbordan continuamente.
“Desde hace dos años y medio -denuncia en su periódico una organización de izquierda- La Cava está militarizada, por Prefectura antes y por Gendarmería hoy. Las razzias son frecuentes y violentas. Recorren los pasillos disparando a mansalva e incluso empleando gases. En La Cava se han denunciado más de 50 casos de gatillo fácil en los últimos años”.
En el orden de la “prevención”, la única acción del municipio es la que aparece en el sitio oficial de San Isidro, en un punto referido al Programa Comunidades Vulnerables (PCV):
Dicho programa dice apuntar a la “prevención y reinserción social de jóvenes, de los barrios La Cava y el Bajo de San Isidro, sin trabajo ni estudio con riesgo de ingresar al delito o habiendo egresado de instituciones carcelarias y comisarías…”
Para ingresar al PCV, los pibes que se sientan con ganas de delinquir (perdón por la ironía) no tienen más que llamar al 4723-3574, de lunes aviernes y de 8 a 14. También pueden comunicarse por e-mail: [email protected]
Y si no alcanzan a llamar por teléfono o a mandar el e-mail para entrar en el sistema de prevención, esos pequeños delincuentes de San Isidro, asesinos y criminales en potencia, se las tendrán que ver con la Gendarmería Nacional, con la Policía Federal, con la Policía Bonaerense o con todas a la vez.
¿Cincuenta casos de gatillo fácil, en unos pocos meses? ¿Menores
desesperados, esclavizados por la droga, lanzados a matar o morir?
¿Planes de vivienda que no alcanzan? ¿Fábricas cerradas a lo largo de la Panamericana?
Para estas preguntas, el abogado Gustavo Posse no tiene respuestas. Su padre, médico pediatra, hace mucho que las tenía. Pero se murió.