Desde La Garganta Poderosa denuncian las agresiones contra dos hermanos menores de Kevin Molina, el niño de nueve años asesinado de un balazo en la cabeza en la mañana del 7 de septiembre de 2013 en medio de un tiroteo entre dos grupos de narcos externos al barrio que se disputaban el territorio. En aquel entonces hubo ocho llamadas desesperadas de vecinos que se comunicaron con el 911, reclamando infructuosaamente la presencia policial para poner fin al enfrentamiento.
Entre las muchas situaciones de violencia institucional se registra el caso de los siete efectivos de Prefectura Naval Argentina (PNA) detenidos en octubrfe de 2016 luego de que dos jóvenes de 15 y 18 años denunciaran que los habían secuestrado y torturado en la villa Zavaleta,
“Ahora, sí, de nuevo, el sábado 17 de junio a la 1.30 de la mañana, en Zavaleta, otra vez –relatan desde la Garganta Poderosa. “De laburar, volvían sus hermanos. De laburar, todo el día. De laburar, en una obra de construcción. Al regresar a Zavaleta en la camioneta de la familia, vieron un hombre armado y aceleraron las últimas dos cuadras, sobre la calle Kevin, para llegar hasta su casa. “Todos contra la pared”, gritó el prefecto que los recibió, otro que no gritó nada cuando mataron al enano, en ese tiroteo que duró más de tres horas, con 105 disparos de uzi y de fal, a pocos metros de dos garitas. Justo ahí, los esperaban esta vez a sus cinco hermanos. “Yo sólo vengo de trabajar”, intentó decirles Ariel, de 17 años, cuando lo empujaron contra el portón. Y llegaron más prefectos. “No pueden hacer eso, es menor”, intentó recordarles Federico, cuando le pegaron una piña más, en las costillas, “donde no deja marcas”. Y llegaron más prefectos. “Basta”, intentó gritarles Priscila, de 15, cuando le metieron un cachetazo, sí, a su hermanita.
Y llegaron más prefectos.
Para cuando los padres de Kevin salieron de su casa, alertados por los gritos de muchos vecinos, el grupo de tareas ya juntaba “más de 50 tipos” y Ariel estaba agarrado del cuello, “pero acá nadie vio nada, eh”. Y se fueron algunos prefectos. Su mamá no entendía qué pasaba, justo ahí, en el mismo pasillo por donde debió acarrear el cuerpo de Kevin, cuando la dejaron abandonada sus patrulleros y sus ambulancias. “Ustedes están locos, ¿qué carajo están haciendo?”, intentó preguntarles Roxana, cuando dispararon al cielo con un arma larga. Y se fueron más prefectos. “Dejen a mi mamá”, intentó rogarles Azul, que tiene 9 años, mientras veía cómo levantaban el casquillo. Y se fueron todos los prefectos”.