SIN SALIDAS DE EMERGENCIA

Por Hugo Presman

Los pies transportan a los familiares de las víctimas de alguna tragedia argentina. La Avenida de Mayo, esa calle de Madrid trasladada a Buenos Aires, recoge como siempre la protesta y la búsqueda de justicia. Al fondo, la Plaza de Mayo donde los argentinos desamparados buscan escribir una historia que los incluya. Por arriba de los manifestantes los retratos de las víctimas. Jóvenes que al ser expulsados de la vida permanecerán eternamente adolescentes. Retratos en blanco y negro de los desaparecidos, ese macabro aporte argentino al lenguaje y a la historia universal. Retratos en colores de jóvenes asesinados por el gatillo fácil. De los sustraídos de su familia por la delincuencia y la violencia social. De los que participaron en las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 y perdieron sus vidas. Los rostros de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Las caras cubiertas de algunos grupos piqueteros. Las pancartas con las víctimas de República Cromañón. Los rostros jóvenes. Las víctimas que invierten la ley natural. Los padres enterrando a sus hijos. Y este escenario tuvo sus réplicas en las provincias como en el caso de María Soledad en Catamarca o las chicas asesinadas en Santiago del Estero. Siempre jóvenes. En una sociedad sin salidas de emergencia. Con media sombras y sin matafuegos. Con sociedades truchas y testaferros. Donde la vida no tiene valor y su desprecio se exterioriza, entre otros tantos indicadores en el record de los accidentes de tránsito. República Argentina. República Cromañón.

REPÚBLICA ARGENTINA

Hubo una Argentina donde el slogan era una realidad que se aproximaba a la publicidad: “Los únicos privilegiados son los niños”. Después vinieron políticas “modernizadoras”. En treinta años se destruyó la sociedad más integrada de América Latina. Esa en que cada generación estaba mejor que la de sus padres. Hoy el Ministro de Educación Daniel Filmus reconoce lo que traducen las estadísticas: se ha emprendido un camino descendente. Los hijos tienen menos futuro del que tuvieron los padres. La movilidad social descendente que parece invocar la frase que el novelista Andrés Rivera le atribuye a Castelli: “Si ves al futuro, dile que no venga”.

Hay una enorme catástrofe social a la vista de todo el mundo que no sensibiliza con el patetismo de la República Cromañón. Cada cuatro días mueren más chicos que los jóvenes que perecieron en la disco, por causas tan evitables como los de la tragedia.

Hay más de nueve millones de niños y jóvenes que viven en hogares pobres. Esto significa que el 62,7% de los quince millones de menores de 22 años de todo el país son pobres. En el norte del país, la pobreza infantil y juvenil supera el 70%. De esos más de nueve millones, más de tres millones y medio son indigentes. Se debe tener en cuenta que en los niños pobres su promedio de escolarización es cuatro años por debajo del de sus pares de situación económica superior y la repetición en el primario es cuatro veces mayor. Hay un millón y medio de jóvenes entre quince y veinticinco años que no estudian ni trabajan. Pero las estadísticas en lugar de alertar, anestesian. Es más concientizador un relato que le ponga rostro humano a la estadística. Dice Tomás Eloy Martínez en La Nación del 27 de noviembre del 2004: “Nada es tan cruel como las cifras, porque impiden ver las tragedias concretas. Hace un par de meses, en Barcelona, el fotógrafo catalán Iñigo Bujedo me mostró algunas de las imágenes que había tomado en las villas marginales de Buenos Aires. Quedé impresionado por la de una mujer en la que se adivinaba una belleza recóndita y ajada, pese a que no tendría más de veinticuatro años, rodeada por sus tres hijos en harapos. En la foto, la mujer sonreía con la felicidad de la ignorancia, con una boca en la despuntaban solo tres dientes de lástima. Iñigo me contó que la tarde en que fue a verlos llevó una docena de empanadas de regalo. El festín se dividió entre unas veinte personas: ninguna de ellas, dijo el fotógrafo, sabía lo que era una empanada de carne. El dato me pareció inverosímil, pero Iñigo insistió en que así era la historia y que también a él lo había sorprendido. ¿De qué se alimentan?, le pregunté. De cáscaras de pan que encuentran en las bolsas de residuos. A veces también descubren restos de comida, pero lo que más le sirve son las cáscaras de pan. Las toman con mate cocido, una vez por la mañana y, si tienen suerte, otra vez por la noche”

Los datos apabullan: Un informe de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires revela un fenómeno con graves connotaciones sociales. El estudio señala que el 12,93% de los 788.591 alumnos –uno de cada ocho– que en 2003 comenzaron el polimodal dejó de estudiar por diversos motivos. Si se incluye a los repetidores, sólo terminaron de cursar 688.230 chicos” (La Nación 21-10-2004)

Hay en el país novecientas mil madres adolescentes, cada cinco minutos hay un parto de una menor de 20 años y sólo un 32% de los adolescentes utiliza un método anticonceptivo. El 15% de los bebes nacen de menores de 20 años según informe del Ministerio de Salud de la Nación.

Estos datos y el hecho que la música (rock, cumbia, pibes chorros) son los convocantes de los públicos juveniles de distintas extracciones sociales permiten acercarnos desde otros ángulos a la tragedia de República Cromañón. Un lugar inseguro con las salidas de emergencia clausuradas en un país que expulsó a veinte millones de argentinos, en su mayoría jóvenes, y que también cerró las puertas de ingreso a los excluidos.

REPÚBLICA CROMAÑÓN

El 63% de los fallecidos en Once tenían entre 16 y 25 años. Algunas madres adolescentes, las que constituyen el 15% de los bebes que nacen, estuvieron ahí. Algunas lo son antes de dejar de ser niñas. Y la crítica puntualizó su inconsciencia.

La escritora Elsa Drucaroff escribió en Página 12 del 7-01-2005: “…. Las generaciones que parieron y criaron a los muertos que hoy lloramos anduvieron por Plaza Francia cantando rock nacional y por los cafés de Corrientes. Yo anduve por ahí, soy una de ellos. Algunos hicieron política cuando hacerlo, además de no dar dinero, costaba muy caro. Peleamos contra nuestros padres, nos reímos a carcajadas que se hubieran casado vírgenes, o por lo menos de que trataran de hacérnoslo creer, de sus ingenuas advertencias, de su sexualidad pacata e hipócrita, de su filosofía conservadora. Nos fue mal y nos fue bien, ocurrieron cosas tremendas, pero sobre todo en la vida cotidiana, en las costumbres sexuales, en los derechos de los jóvenes, hubo logros importantes (siempre complejos y contradictorios, pero logros). Lo cierto es que ahora somos padres y hay otros adolescentes que dependen de nuestro cuidado. Y aunque muchos queremos explicar a nuestros chicos que nuestra generación fue lo más, que como nosotros no hubo nadie, que nuestro idealismo y nuestra cultura…..y nuestra tragedia y dolor, son y serán inimitables, lo cierto es que demostramos ser incapaces de criarlos, de hacerlos crecer preparados para autoprotegerse, de enseñarles a respetarse, a confiar en que tienen algo que construir y que decir, y de transmitirles, en suma, una certeza completamente elemental: la importancia de vivir, de llegar a viejos.

Se dirá que nuestra generación también se puso en riesgo. Se repetirá que somos la generación masacrada. ¿Pero nuestros desaparecidos suman más que los muertos en vida (sin trabajo, sin educación, sin perspectivas) en que transformaron a nuestros jóvenes los gobiernos “democráticos” que sus padres eligieron mayoritariamente votar en los últimos veinte años? ¿ Alguien contó en número exacto de chicos marginales que la policía mata por gatillo fácil o por supuesto o reales enfrentamientos y se suman de a decenas, de a centenas, todas las semanas, todos los meses?…….Sí, nuestra generación se puso en riesgo. Pero equivocada o no, lo hizo porque trataba de mejorar el mundo; y si la mataron, supo cada vez por qué se ensañaban con ella….. (Nuestros padres) prohibían a veces por ignorancia, o por miedo, pero en cada prohibición había otro mensaje, un mensaje del que no me reí ni me río. Tu vida nos importa, vamos a protegerte. Incluso contra vos misma, entendamos o no, ignorantes o no, vamos a cuidarte porque tu vida vale. No fueron padres piolas, fueron padres…….Desde el padrepiolismo hasta la irresponsabilidad gubernamental, el filicidio es la práctica tan inconsciente como sistemática con que los adultos argentinos responden a su propia frustración, a su propia derrota”

La psicoanalista Silvia Bleichmar aporta otra mirada en Clarín del 5 de enero: “ La muerte naturalizada de los jóvenes se arrastra por el país diluyendo culpas y responsabilidades. Las víctimas deben ser impolutas, “ inocentes” de todo punto de vista, vale decir seres mediocres, adaptadas a las circunstancias, timoratas, sensatas, castas, para ser reconocidas como defendibles, de modo que, como ocurre siempre en tiempos de desmantelamiento ético, ni los mártires cristianos se salvarían en nuestro país de la acusación de haber hecho algo que los llevó a la muerte y de haber adherido a una causa reñida con el poder de turno. Por eso se habla en voz baja de los bebes que murieron en la improvisada guardería que la disco armó en el baño. Llegando incluso al límite de lo tolerable cuando en lugar de asumir el espanto de haber permitido en pleno diciembre nuestra propia matanza de los Santos Inocentes, se culpabiliza a las madres adolescentes que allí los dejaron, ocultando bajo esta acusación de negligencia que las llevó supuestamente a escoger el placer contra el deber materno. La responsabilidad moral que impone la asimetría de quién tiene a su cargo la organización del evento para dar las garantías necesarias para la protección de la vida de quienes participan. Es una acusación teñida de prejuicio, ya que nadie inculparía a una madre que habiendo dejado a un niño en la guardería del shopping para ir a hacer las compras, o ver una película, lo perdiera en un incendio, ni a aquella cuyo niño muriera en la colonia de vacaciones de un club que no tomó los resguardos suficientes”.

Recordemos que para apagar el incendio social se instrumentaron los planes Jefes y Jefas de Hogar cuyo monto miserable no se ha modificado en dos años. Aquí el matafuego funcionó pero las mangueras de incendio siguen pinchadas.

SIN SALIDAS DE EMERGENCIA

República Cromañón es la muestra gratis de la República Argentina. Una “burguesía nacional” con empresas sin habilitación, sin medidas de seguridad, con los empleados en negro y con la cobertura de entes jurídicos radicados en paraísos fiscales y con testaferros insolventes. Un Estado desmantelado e ineficiente en sus tareas de contralor. Una oposición que intenta aprovechar la situación actuando como las aves de rapiña. Un gobierno de la ciudad que recibe a los representantes de la Cámara de las Discos antes que a las víctimas. Una demostración palpable que explica contundentemente el desprestigio de los sectores políticos, rehenes y cómplices del poder económico. A lo que se suma el desapego a la vida de muchos jóvenes nacidos y criados con los valores de las tres décadas que convirtieron a la Argentina en una República de Cromagnon. Un territorio sometido a las reglas impiadosas del mercado. Adonde hasta las salidas de emergencia están clausuradas. Por eso lamentablemente, y más allá de algunos avances, los pies seguirán transportando a los familiares de las víctimas de alguna tragedia argentina por la Avenida de Mayo.

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