El 25 de abril salió a la venta el libro Sinceramente de Cristina Fernández de Kirchner transformándose inmediatamente en un éxito editorial. Para quienes no puedan comprarlo circulan versiones en pdf que preanuncian un éxito de lectura aún mayor.
“Hicieron y siguen haciendo todo lo posible para destruirme. Creyeron que terminarían abatiéndome. Es claro que no me conocen. Por eso les ofrezco una mirada y una reflexión retrospectivas para desentrañar algunos hechos y capítulos de la historia reciente. Hoy que el país está en completo retroceso político, económico, social y cultural espero que al leer estas páginas podamos pensar y discutir sin odio, sin mentiras y sin agravios. Estoy convencida de que es el único camino para volver a tener sueños, una vida mejor y un país que nos cobije a todos y todas.” consigna la autora en la contratapa, una clara afirmación de su voluntad de continuar la lucha que para algunos observadores anticipa su decisión de incorporarse a la campaña electoral como candidata a la presidencia.
Del amanecer sin dolor el día después de dejar la Presidencia a la compleja toma de decisiones políticas, económicas y sociales durante doce años que cambiaron la vida de millones de argentinos. Del estado en que recibió la Casa Rosada a la estatización de las AFJP. De la muerte de Nisman al entramado que une a agentes, jueces y fiscales de la causa AMIA con los fondos buitre. Del malentendido que mantuvo alejados a su marido y a Jorge Bergoglio a los elocuentes detalles que revelan el origen de la hoy famosa carta de San Martín a O’Higgins confiscada por el juez Bonadio. De las decisiones consensuadas con Lula a cómo Chávez acortaba los discursos para no aburrir a Néstor. Del origen de su patrimonio a las conversaciones con Magnetto y las causas judiciales en su contra. En casi 600 páginas, la autora desgrana una obra fluida y coloquial que admite distintas claves de lectura.
En uno de los múltiples pasajes que contrasta su presidencia con la situación actual sostiene: “Sé que lideró las esperanzas de hombres y mujeres que padecen la cotidiana frustración de vivir y ver a su país a la deriva. Son los mismos que alguna vez en los días en los que fui su presidenta se sintieron parte de un colectivo social que los amparaba y los trasladaba a una vida digna y de una Argentina que aún con dificultades estaba en marcha y funcionando. Ese debería ser el mayor peso que cargo porque no es fácil ser la expectativa de quienes tienen sus sueños en crisis. Pero el odio que han sembrado entre nosotros me ha condenado a cargar con un peso aún mayor: soportar la persecución no sólo mía, sino de mis hijos también, en medio de un sinfín de ataques y difamaciones como sólo fueron sufridos por líderes populares en otras etapas de la vida nacional. Y saben que no estoy exagerando. Hay registro público e histórico de todo ello y de sus similitudes con lo que hoy nos está pasando”