El añejo anhelo de la comunidad boquense de ver funcionando la barquilla colgante del emblemático puente que conectaba La Boca con la isla Maciel en la ribera de enfrente tuvo un destacado impulso esta semana: un viejo túnel a unos 28 metros de profundidad que atraviesa el Riachuelo aparece como la solución razonable al problema que plantea la reubicación del gasoducto.
El gadosucto recorre el contorno en altura de la estructura del puente, el mayor (y primer) obstáculo a resolver antes de echar mano a las obras de ingeniería sobre el puente propiamente dicho.
En esta panorámica puede apreciarse el recorrido del gasoducto (en amarillo) desde la ribera de La Boca
Si bien la noticia se difundió en los medios como “el descubrimiento de un túnel bajo el Riachuelo” la realidad es otra. La existencia del túnel era conocida por los viejos vecinos del barrio por lo que no se trata de un descubrimiento (algo que nadie conocía y sale a la luz) sino de una “presentación en sociedad” de una solución inédita.
Para ello fue necesario que funcionarios y trabajadores de Vialidad Nacional abocados al tema de la recuperación del trasbordador supieran de su existencia de boca de quienes conocieron el túnel en su infancia. Así lo que para muchos podría ser un recuerdo nostalgioso, para otros se convirtió en el más inesperado principio de solución al mayor de los obstáculos para avanzar en la puesta en valor del viejo puente.
El túnel
El túnel es un ducto de 130 metros y se divide en dos conductos de 1,50 de ancho por unos tres metros de alto con paredes de concreto.
Fue construído presumiblemente por la CHADE (Compañía Hispano Americana de Electricidad), o bien de la CIAE (Compañía Italo Argentina de Electricidad). Ambas empresas extranjeras compartían la concesión del servicio eléctrico de Buenos Aires, por contratos realizados en la primera década del siglo XX.
El túnel se encuentra en perfecto estado de conservación. Si bien había agua dentro del mismo, se pudo comprobar que no se debía a filtraciones del Riachuelo sino a agua de lluvia. Jordán Todorov, coordinador del Area Puentes sobre el Riachuelo de la DNV en declaraciones a los medios sostuvo. “Nosotros no sabíamos que estaba ahí ese túnel, lo supimos por referencia de algunos vecinos. Cuando ingresamos por primera vez, desde la Isla Maciel, entrando por una especie de casilla de cemento, vimos que estaba inundado y no sabíamos si eran filtraciones del Riachuelo o agua de lluvia. Lo secamos y no volvió a ingresar el agua.”
Miembros de la Fundación X La Boca que viene bregando por la recuperación del puente pudieron recorrer el túnel junto a las máximas autoridades que tienen competencia sobre el Trasbordador, encabezadas por el Ing. Nelson Periotti, Director Nacional de Vialidad, junto a miembros del Juzgado Federal de Quilmes, a cargo del Dr. Luis Armella.
Antolín Magallanes, director Ejecutivo de la Fundación x La Boca, comprometida con el saneamiento del Riachuelo —-que además trabaja en la recuperación del puente— corroboró la importancia del hallazgo “Uno de los obstáculos para su recuperación es el gasoducto, que atraviesa el Riachuelo a través de su estructura. Había que desmontarlo, pero antes construir uno nuevo para abastecer de gas a la Isla Maciel. Era una obra costosísima y complicada. Ahora el gasoducto puede hacerse a través de ese túnel”, explicó.
El puente trasbordador
Inactivo desde 1960, el puente operaba mediante una barquilla colgante que trasportaba pasajeros, mercaderías y vehículos, incluso tranvías, entre la Isla Maciel y La Boca. En los siglos XIX y XX se construyeron en el mundo veinte puentes similares en áreas portuarias. De los veinte, sólo quedan en pie ocho, todos en funcionamiento salvo el nuestro que —por otra parte— es el único de América.
La obra fue inaugurada el 30 de Mayo de 1914 con el nombre de Puente Trasbordadador Nicolás Avellaneda y más tarde, con las pinturas de Quinquela Martín, adquiere trascendencia a nivel mundial y se convierte en un emblema del paisaje urbano de La Boca.
En 1960 el puente fue desactivado y puesto en desuso. Y en 1994, tras haberse ordenado su desarme, los vecinos junto con los legisladores porteños, impidieron su desaparición, reconociendo su importancia patrimonial y emblemática para el barrio.