Al Rinconcito de La Boca el delivery no le funcionó y los López Genes supieron que se estaba acercando el final de su restaurante y, con él, del sustento familiar.
Por fuera de los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires pero también atravesado por situaciones de hacinamiento y vulnerabilidad social se encuentra, en el sur del distrito, esta zona porteña, en cuyo corazón late el estadio de Boca Juniors y Caminito, ambos apagados por el inexorable impacto de la pandemia.
Se estima que son más de 500 familias las que, en tiempos de normalidad, viven de la actividad turística de ese emblemático atractivo al que diariamente turistas de todo el mundo se acercan a visitar.
Hoy, atravesadas por el coronavirus y el parate de la actividad, muchas de estas familias, trabajadoras del sector informal, recurren al auxilio que brindan organizaciones de la comunidad, que, con el respaldo del Estado o sólo con voluntad, intentan dar respuesta a algunas de las necesidades de la comunidad.
Una de esas organizaciones es CasaSan, que desde hace tres años ofrece (ofrecía, hasta la llegada del coronavirus) talleres y actividades gratuitas diarias a más de 200 chicos y chicas del barrio, y que, con la pandemia buscó la forma de reinventarse y ayudar de algún modo a las familias que la solían habitar.
“Son muchas las personas que hoy en el barrio no pueden trabajar, que pertenecen al grueso mundo del sector de la economía informal y que nunca habían tenido que recurrir a comedores para poderse alimentar”, asegura Mercedes Frassia, arquitecta, fundadora y motor de CasaSan.
Por eso, ahora, los espacios de esa casona ubicada en la calle Olavarría al 800 -donde vivía su hijo menor, que perdió su vida producto de las adicciones- y a los que ella había abierto a principios de 2017, tras la pérdida y el dolor, a la comunidad, hoy están poblados de cocinas, heladeras, tuppers y, otra vez, de compromiso social.
El amor trajo a Natascha Dolkens a Buenos Aires, 15 años atrás. Nunca hubiese imaginado que los mil kilómetros de aquel viaje en tren entre Milán y Amsterdam atravesarían finalmente el océano y se multiplicarían por diez más. Fue en aquel recorrido sobre rieles que conoció a un argentino, hoy su marido, con quien en 2012 se estableció en Buenos Aires, tuvieron dos hijos y, ya enraizada acá, un emprendimiento echó a rodar.
Ontdek Buenos Aires (Descubra Buenos Aires, según la traducción del neerlandés) ofrece visitas guiadas en bicicleta a miles de holandeses y belgas que, en tiempos de normalidad, visitan la ciudad.
Uno de esos recorridos, comprende un circuito por el sur de la ciudad. Y es justamente El Rinconcito, el restaurante de la familia López Genes, ubicado en la calle Doctor del Valle Iberlucea 1166, el lugar donde cada vez que un grupo de turistas recorre La Boca estaciona las bicicletas para reponer fuerzas y disfrutar de alguna delicia de la ciudad.
Lo que la pandemia quebró, la tecnología lo supo hilvanar. Bajo el hashtag #RedRinconcito, miles de voluntades se unieron, mayoritariamente desde Holanda para ayudar. Así, este martes a las 19, en pleno corazón de La Boca, será entregada una segunda tanda de 2.000 empanadas que luego serán distribuidas a las familias que buscan ayuda en CasaSan.
“La idea fue surgiendo espontáneamente y va saliendo bien. La gente en Holanda se copó”, resume Natascha Dolkens y completa: “Pensé en juntar plata para ayudar a esa familiar a mantener el restaurante y, después, se me ocurrió que, mejor que pedir solo plata, era pedir algo que se pudiera al mismo tiempo donar a comedores de La Boca y ofrecer una ayuda en el contexto actual”.
Una empanada por un euro. Con este lema y la intención de rescatar a El Rinconcito de La Boca de su seguro final producto de la crisis por la pandemia, la iniciativa lanzada por la holandesa y los demás guías de Ontdek Buenos Aires a través de una plataforma de ‘crowdfunding’ (financiamiento colectivo de proyectos) logró reunir fondos para que Máxima, Lorenzo, y sus hijos Luz y Matías puedan seguir dándole vida al restaurante.
Y así, a la vez, que un gesto de solidaridad le permita dar una nueva vuelta a la rueda que desde hace tiempo Mercedes Frassia -con una buena dosis de empuje, otra de magia y otra de arte para reunir solidaridad- hace girar en CasaSan, la casa que habitó su hijo Santiago y a la que, con vida, una y mil veces vuelve a llenar.