Por Octavio Getino
Bastaron apenas dos o tres días para que los energúmenos del establishment argentino –léase representantes de la ensoberbecida oligarquía campestre, carcamanes dinosáuricos de la iglesia, figuritas publicitadas del gorilaje intelectual y controladores del sistema mediático que padecemos los argentinos- hayan coincidido y no casualmente en maniobras que sólo apuntan a desestabilizar las instituciones de la democracia y a vulnerar los más elementales derechos de nuestro pueblo.
Algo que pese a la sensatez con la cual uno quisiera pensar y actuar, inducen provocadoramente a la indignación.
La violenta declaración de guerra que los grandes empresarios del llamado campo y sus imberbes asociados vociferaron en la Rural contra la política de un gobierno, que pese a sus insuficiencias y errores es claramente representativo de las mayorías nacionales, se unió a la aberrante declaración de un arzobispo al cual no eligió absolutamente nadie –salvo el autoritarismo propio del régimen eclesiástico y papal- calificando de neomarxista lo que apenas representa una tímida introducción a la educación sexual de nuestros niños y adolescentes.
Al mismo tiempo, esto coincidió con la presencia en La Nación de una abrillantada, más que brillante, pluma, no menos liberal y filomitrista que los dueños de dicho diario, la que se ocupó de elucubrar diatribas del más rancio gorilaje contra las expresiones políticas y culturales que acompañaron merecidamente la asunción del nuevo Secretario de Cultura.
Y por si ello fuera poco, asociaciones y cámaras de empresarios de medios –dueños y controladores casi absolutos de los contenidos desinformativos y deseducadores que predominan en el sistema mediático nacional- embistieron en las mismas horas contra el proyecto de creación de un sistema de TV satelital por parte del Estado argentino, por el cual y por primera vez en nuestra historia, se intentaría democratizar la comunicación y la información entre todos los argentinos, como una forma, por lo menos, de resistir al sistema monopolizador y homogeneizador que hoy nos agobia.
Indignación, insisto que induce tal vez en demasía a las adjetivaciones, y que resulta aún mayor cuando observamos las tibias respuestas de parte de quienes deberían representar en términos más enérgicos a los intereses de nuestro pueblo.
Es el caso de buena parte de las organizaciones sociales y políticas –incluido paradójicamente el peronismo- todavía faltos de una respuesta contundente para poner en el lugar que corresponde ese accionar conjunto, muy parecido al que hoy se vive y se padece en distintas naciones de América Latina.
Un accionar local y trasnacional que sólo apunta a retrotraer la historia, para imponer nuevas y más sofisticadas formas de autoritarismo y cercenar a niveles mayores que nunca los derechos democráticos, sociales y humanos de los argentinos y que, por lo tanto, reclama de actitudes que estén a la altura, o más arriba aún, de aquellas amenazas que hoy debemos afrontar.